miércoles, 30 de marzo de 2011

¿Hoy?

Murallas de ladrillo, de dulzura y de piel; no era el momento preciso, no era la hora adecuada, era el momento de tomar la tabla y correr la ola feliz. El náufrago tiene miedo de nuevo, ahora mira su balsa, aquella balsa rota que lo llevó tan lejos; ahora mira también, sus manos sumergidas en la arena húmeda que besa el mar a cada momento. Y teme. Y extraña. ¡Hoy no era el día estipulado donde la luna roja saldría! ¡Hoy la miseria debió descansar en su sarcófago! Hoy los duendes tenían que hacer la fiesta, y embriagarse con las gotas de sudor que les caerían con cada caricia impúdica, y bella, y hermosa.

Aparecen las murallas, cuando no son necesarias, cuando el viento es suave, cuando el mar duerme en paz. No deberían aparecer aquellos daimones justicieros, tontos y ciegos, que confunden la felicidad con el entorpecimiento de la autonomía, transformándola en soledad, en nada, en terquedad.

Al final el naúfrago, mirando hacia el vacío, empieza a construir su balsa nuevamente, se dá cuenta que allá afuera, el mundo no está como pensaba. Para nada.