jueves, 26 de mayo de 2011

Pesadilla

La muerte ha llegado. Pero no tiene capucha ni manto negro, menos capucha. La guadaña parece que la olvidó, en todo caso el hincón se hizo con palabras.

Pero esta muerte no es la del soldado del cuento, ni la de los dibujos animados. Esta muerte es peor, es más infame, porque no mata, deja agonizando. Lo cual, realmente, produce un laberinto tan estrecho y difícil de cruzar como destructivo y reluciente. ¿Y ahora qué hará el ingenuo grillo que se pasó todas las noches rozando las patas para que el silencio no gane la contienda?

Llegaron, en una caja negra, tres semanas tarde pero llegaron. Las facturas color rosa son, ahora, verdes como el color de su alma, cada vez más podrida y revuelta en sí misma.
Las imágenes le explotan, los golpes, las cicatrices, las caricias, las ansias, la sangre, la sed, los nudillos, la cabeza, los cabellos, la pared. La química del delirio y goce físico tan necesario como innecesario. Paradójicamente.

Y las luciérnagas que huelen mal fueron las causantes, y las semillas que adormecen también. Maldita sea la hora de la convivencia de ambas, tan amigas y cómplices en las más grandes felonías de mortales débiles que pierden la razón y no tienen sentimientos. De todas formas está hecho, la pesadilla se cumplió.

Su estigma es la abreviación del impetuoso, estúpido e inquieto litio; y guarda las piezas de un cuadro dividido en cuatro partes: La primera es el símbolo del creador del fuego, la segunda es sagrada como toda una legión de un sólo color, la tercera se muestra imponente y es guardiana de los protagonistas de las ferias de octubre, la última es la muestra concreta del grito de desesperación e incredulidad más grande que puede haber.

domingo, 22 de mayo de 2011

Blackbird

Y entonces, el pájaro negro viendo todo desde la sombra. Silente, cauteloso, apretando las alas y esperando el momento de llegar. Una señal de humo en su interior, interrumpida por sus pensamientos.
Y nuevamente se siente tímido, se esconde detrás de la almohada y debajo de la cama. No quiere que lo vean así, no otra vez.

Esta noche todo quieren bailar, menos él. Porque extraña, y le duele pensar que su jaula lo ha olvidado. Por ratos, el ahogado saca la cara fuera del agua y respira. Pero la mayor parte del tiempo está sumergido. Ni las brazadas ni patadas de desesperación podrán ayudarlo. Y su muerte lenta se prolonga haciéndole pagar por sus miserias, por su ser.


Pajarillo negro quiere estirar las alas y abrazar a su estrella contagiándole su buena fe. Pero no puede, no depende de él, primero tiene que llegar la noche. Tal vez.

A paso lento se cocina un banquete, el más delicioso e insípido, el más fino y manchado, el más inquieto y petrificado. Al final, eso sólo lo sabe el destino. Y si le das una pista? Una nada más, es que las ganas de dormir al lado de una ninfa son más fuertes que diez terremotos juntos. Una sonrisa en la mente, una caricia aprendida y conocida que transforma las pesadillas en dulces sueños.

Hasta dónde llegarás?
Resiste, cree, confía.

Esperanza necesaria y traicionera, le haces recordar mucho cuando encontró su jaula por primera vez, le haces recordar esas noches de dudas, caminos incorrectos, incertidumbres y preguntas. Le haces recordar que sobrevoló parques sin bancas, olas de fuego, ventanas, muros y todas esas cosas que hicieron tan increíble su historia, la historia del pajarillo negro y su jaula.

viernes, 6 de mayo de 2011

Sonatina

La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de oro,
está mudo el teclado de su clave sonoro,
y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor.

El jardín puebla el triunfo de los pavos reales.
Parlanchina, la dueña dice cosas banales,
y vestido de rojo piruetea el bufón.
La princesa no ríe, la princesa no siente;
la princesa persigue por el cielo de Oriente
la libélula vaga de una vaga ilusión.


¿Piensa, acaso, en el príncipe de Golconda o de China,
o en el que ha detenido su carroza argentina
para ver de sus ojos la dulzura de luz?
¿O en el rey de las islas de las rosas fragantes,
o en el que es soberano de los claros diamantes,
o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz?


 ¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa
quiere ser golondrina, qui
ere ser mariposa,
tener alas ligeras, bajo el cielo volar;
ir al sol por la escala luminosa de un rayo,
saludar a los lirios con los versos de mayo
o perderse en el viento sobre el trueno del mar.

—«Calla, calla, princesa —dice el hada madrina—;
en caballo, con alas, hacia acá se encamina,

en el cinto la espada y en la mano el azor,
el feliz caballero que te adora sin verte,
y que llega de lejos, vencedor de la Muerte,
a encenderte los labios con un beso de amor».


                                                        Ruben Darío