lunes, 27 de enero de 2014

Erosión

Un amigo me revela, como si de nada se tratara, algo que ocurrió hace años, muchos años, y de pronto siento dentro de mí un derrumbe de galerías. Zonas íntegras de mi pasado se hunden, se anegan o se trasfiguran. Esto me sirve para comprobar que no somos dueños de nada, ni siquiera de nuestro pasado.  Todo lo que hemos vivido y que tendemos a considerar como una adquisición definitiva, inmutable, está constantemente amenazado por nuestro presente, por nuestro futuro. La maravillosa historia de amor, que guardábamos en un sarcófago de nuestra memoria y que visitábamos de cuando en cuando para buscar en ella un poco de orgullo, de ánimo, de calor o de consuelo, puede reducirse a polvo por la carta que hallamos en un libro viejo el día en que mudamos de lugar la biblioteca. Una puta nos revela una noche que el padre venerado, que permanecía hasta tarde en la oficina para ganar más y mantener con holgura a su familia, frecuentaba a esa misma hora los prostíbulos más abyectos de la ciudad. Por un azar descubrimos que el amigo adulto que admirábamos de niños, porque con nosotros tan generoso y tan asiduo, era un pederasta que nos hacía astutamente la corte con el propósito de corrompernos. Pero no todo se deteriora en esta permanente erosión del pasado. También las épocas sombrías se iluminan. Así, la abuela que odiábamos y que llenó de rencor nuestra infancia por su severidad, su malhumor, sus caprichos, era en realidad una mujer buenísima, que sufría un mal incurable y que repartía prospectos de madrugada en las casas para poder con su salario comprarnos caramelos. En suma, nada hemos adquirido, ni paz, ni gloria, ni dolor, ni desdicha. Cada instante nos hace otros, no sólo porque añade a lo que somos, sino porque determinará lo que seremos. Sólo podremos saber lo que éramos cuando ya nada pueda afectarnos, cuando -como decía alguien- el cuadro quede colgado en la pared

Julio Ramón Ribeyro

domingo, 26 de enero de 2014

Adelante

¡Adelante, hacia adelante!
Finalmente hay luz
Finalmente brilla
Ahora cree lo increíble
Adelante, hacia adelante
¿Felicidad?
Al menos algo similar
Ya era hora de que llegue la luz
¡Adelante, siempre hacia adelante!

                                   A cloudburst doesn't last all day - GH

sábado, 25 de enero de 2014

Muchacho

Piedra añorada, de tropezones interminables. Qué necio el muchachito. Abrieron la caja, nuevamente todos salen disparados como balas de alguna metralleta traviesa que no sabe a quién matar. ¿Y ahora? Dígame si el placer o la alegría no son elecciones deliberadas y nada prudentes, !al diablo la razón! ¿Y después? Yo sé que puedo y puedo bien. Tú crees que sí, una cosa es pensarlo, Oliveira, otra es realizarlo de verdad, en la vida misma, con los truenos al lado. Pues no hay jaguar que no le corra a la lluvia, puntitos que se vuelven manchas aunque no lo quiera admitir. Le gusta acostarse sobre velas, puede controlar la quemazón.

¿Y la recompensa? Ajustando tuercas y cambiando bujías, parece que todo irá mejor. Esa caldera que llevas a diario en el vientre ha sido tu propia cosecha. Será mejor así, es menester quemar todo desde un principio, sin sospechas ni congoja. De a pocos, la pecera cede, el agua empezará a derramarse y no quedará ni un mísero pez flotando adrede por ahí. Ojalá.

Se da cuenta que la presencia hace efecto, neutraliza, calma y sosiega. Sin embargo la ausencia deja libres a los duendes, quienes arman fiesta, dolor y los extremos. Una mierda que roza el ardor y el deseo, preferiría no sentir, y así las piedras siempre serán más felices. Pero no, él se siente más feliz, como pocas veces, como aquella vez, y esa cuerda al cielo es la que escala, porque la siente firme, invencible, inquebrantable. ¿Serán sus sueños? Olvídalo, mandraque. Recuerda tus ejemplos, tus faltas, tus excesos excesivos y también tus sacrilegios. Bien te lo mereces, es la ley del boomerang. Pero a éste no lo tumba nadie. Me gusta. Le gusta.  Qué necio el muchachito.