sábado, 25 de enero de 2014

Muchacho

Piedra añorada, de tropezones interminables. Qué necio el muchachito. Abrieron la caja, nuevamente todos salen disparados como balas de alguna metralleta traviesa que no sabe a quién matar. ¿Y ahora? Dígame si el placer o la alegría no son elecciones deliberadas y nada prudentes, !al diablo la razón! ¿Y después? Yo sé que puedo y puedo bien. Tú crees que sí, una cosa es pensarlo, Oliveira, otra es realizarlo de verdad, en la vida misma, con los truenos al lado. Pues no hay jaguar que no le corra a la lluvia, puntitos que se vuelven manchas aunque no lo quiera admitir. Le gusta acostarse sobre velas, puede controlar la quemazón.

¿Y la recompensa? Ajustando tuercas y cambiando bujías, parece que todo irá mejor. Esa caldera que llevas a diario en el vientre ha sido tu propia cosecha. Será mejor así, es menester quemar todo desde un principio, sin sospechas ni congoja. De a pocos, la pecera cede, el agua empezará a derramarse y no quedará ni un mísero pez flotando adrede por ahí. Ojalá.

Se da cuenta que la presencia hace efecto, neutraliza, calma y sosiega. Sin embargo la ausencia deja libres a los duendes, quienes arman fiesta, dolor y los extremos. Una mierda que roza el ardor y el deseo, preferiría no sentir, y así las piedras siempre serán más felices. Pero no, él se siente más feliz, como pocas veces, como aquella vez, y esa cuerda al cielo es la que escala, porque la siente firme, invencible, inquebrantable. ¿Serán sus sueños? Olvídalo, mandraque. Recuerda tus ejemplos, tus faltas, tus excesos excesivos y también tus sacrilegios. Bien te lo mereces, es la ley del boomerang. Pero a éste no lo tumba nadie. Me gusta. Le gusta.  Qué necio el muchachito.


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