miércoles, 20 de marzo de 2013

¿Libre?


Salió de prisión y ya. Lo hizo, aunque nadie creía su plan, aunque cada vez perdía más la credibilidad.

Ha caminado algunas cuadras, pueblos y fronteras, pero no encuentra nada.
No se encuentra, no lo encuentra, no la encuentra, no hay encuentros.
¿Será tan torpe de extrañar a los barrotes? A lo mejor extraña la sensación de compañía, de conversar con fierros y recibir palizas a diario de aquellos que siempre se aprovecharon.
¿Qué será? Será que a ratos la calle le queda grande, como la sensación de un elefante cayéndole encima desde un sexto piso.

Se siente bien estando lejos aunque se siente mal de huir. Coordina cada paso como si fuera el último, o el primero (piensa). Al final, ambas son instancias clave en la vida. De ahora en adelante ya no lleva el mostacho, lo cortó en pedacitos que fue regando por toda la avenida, viendo cómo el viento los hacía desaparecer en la mezcla con otras malezas. Dice ser alguien diferente, pero ¡qué tanto! Un bigote no hace al hombre, no al menos a uno de estos. Simplón, acurrucado en la esquina de la cama lamentándose la la actualidad, elegida y deliberada, alegrándose de la única neurona útil que tiene. la cual lleva un cartel colgado hace unas semanas "ES LO MEJOR" Y, gracias, a eso es que todavía puede pasar la saliva.

Oh sí,  es lo mejor. Lo mejor para quién, ¿para él? Lo mejor respecto a quién, a quiénes. La calidad no se mide en sí misma, se mide en función a la necesidad y al capricho. Entonces, sal corriendo, levanta los brazos, toma el camino correcto y no mire Ud. hacia atrás, señor prófugo. La policía puede que le persiga de por vida (y no precisamente en la realidad), no les de pistas, guárdese las señales en los bolsillos. Use máscaras como siempre lo ha hecho. Ponga cara de niño esperando rescate. Dese vuelta, compre un dulce, brinque de vez en cuando y deje de estrellar la cabeza contra la pared todas las noches.

Será mejor así.



viernes, 4 de enero de 2013

Náufrago de ser


Y sin darse cuenta el mar se lo ha llevado. La mano levantada ya no se divisa desde la orilla, la ayuda lo olvidó.
Y mientras flota piensa sobre la dirección que está tomando. Pues parece que la balsita de madera ha resultado más resistente de lo que parecía. Nada la rompe, aunque muchas veces parezca que así será.
No sabe el náufrago si no quiere volver a la orilla por miedo a la humanidad, no sabe si quedarse flotando por miedo a perder su balsa. ¡Se ha encariñado. El tonto se ha encariñado!

Pasan los días y ya se acostumbra, pasan las noches y le gusta recostarse encima de aquellas tablas que con tanto esmero y amor consiguió para amarrarlas unas con otras. Hoy en día es diferente, si bien las quiere ya no las aprecia como antes. Cansancio de tantas malas jugadas, de tantas volteadas, heridas y revolcones a causa de las olas y otras cosas más. Pero sigue ahí, con la frente en alto, tonto y encariñado.

Aún puede volver... pero no lo hace. ¿Estará esperando algo? Ni el mar ni nadie lo sabe, ni siquiera su propia fe o su propio destino, quien últimamente camina de lado a lado preguntándose cosas sin respuestas, con el dedo en el mentón y la mirada perdida, con la barba blanca apoyada en el pecho, con la incertidumbre que le abraza y lo endulza a seguir así... quién sabe por cuánto tiempo más.

domingo, 2 de septiembre de 2012

¿Cuándo aPrenderás? Una mente frágil al estímulo puede desgarrarse en su segundo. Y el loco, caminando en el muelle en medio de un fUerte oleaje de pronto pierde la razón y se avienta a la espuma y muere.
Hay, sencillamente, palabras que usan un disfraz, el disfraz de la locura y la impoTencia. Que recuerdan fechorías, pecados y manchas imborrables, que realmente dan asco por todo lo que desentierran. A callar, a callar, que el mundo lleno de miasmas puede volver a estar

jueves, 30 de agosto de 2012

Odiseas caprichosas


¿Estará perdiendo el ritmo, los pasos, el compás? Las nubes cargadas del pasado agrio y manchado son recurrentes aún. ¿Puede más la sonrisa deslumbrante que los conductos que rigen movimientos y sensaciones? Y por alguna extraña razón se empieza a perder la conciencia y las ganas eternas del abrazo. ¡Ay de ti, Apolo! Las flechas parecen perder fuerza, ya no son ni puntiagudas, ya no asustan a nadie. Quien danza ya no tiene que saltarlas, las mira de reojo. Empieza a despreocuparse. Curiosidades internas.
Libertades tomadas sin presión, revólver en la sien que no se ve pero se siente. Llegar a la cima de la montaña no siempre es grato, sobre todo cuando se observa todo el panorama: La calma llama a la prudencia.

El equilibrio de la balanza parece ser imposible. No es tan simple pesar el alma por un lado y la rabia por el otro. Ni mil balanzas. La esencia pura de la mediocridad se esparce y resalta por encima de las gotas frescas que empiezan a caer del vaso. Y se da cuenta.

Y acostado, en una esquina de la habitación escuchando a George decir All things must pass, piensa de nuevo en la imposibilidad. No existen las “tábulas rasas”, nada se inventa ex nihil; bien por los que mienten y surcan los aires con alas pegadas con la misma miel traicionera de Ícaro. Allá quien cree en los planes etéreos, en voluntades trascendentes y en otras estúpidas formas de querer tratar de explicar algo siempre a su favor, siempre.



Todo lo que pasa, está; está ahí en la conciencia, en un cerrar de ojos visitando la oscuridad de la muerte y la nada, está en la furia del recuerdo, en la miasma regada en los laberintos de la mente, está en la actitud enfermiza de resucitar al ahogado y así volverlo a empujar al mar y hundirse con él a rescatarle, para luego repetir el proceso. Una incontenible erupción que cada cierto tiempo estremece las capas más sólidas terrestres, una inevitable oleada de basura que destruye; sí, destruye.  Su único objetivo: dañar a su gusto, regocijarse de la incauta y torpe defensa que el hombre puede tener. Una burla eterna que nada tiene que ver con palabras, voces y acciones. Nada.

Y así, se mira los pies y están cruzados. Siente que ha perdido el ritmo. La respuesta parece llegar como por defecto luego de descargar. Entonces ¿Por qué no se va? Si ya está harto de los juegos, de las estúpidas dinámicas ocultas, tan inmaduras como el niño que roba un caramelo por día y lo niega todo con una sonrisa angelical tan potente y convincente como sus malas acciones. Ya es momento de bajar de la montaña y volver a la tierra, donde las cosas son seguras, concretas y no andan pintándose de mil colores según estados de ánimo. Sí, está de pie y quiere regresar. La pregunta es ¿Volverá con su mochila o la dejará arriba para siempre?

lunes, 4 de junio de 2012

Las pulsaciones, los latidos, la piel escarapelada, la máquina, el deseo, la incertidumbre, la nostalgia, la ira, la cólera, la rabia, la sinrazón, la desazón, el volcán, la verdad, el dolor, las caricias, los problemas, las lágrimas, la sonrisa, el aroma, la burbuja, el ardor. Ella.

martes, 1 de mayo de 2012

Y no está mal

Un rifle. Las balas saliendo a toda velocidad, el fuego, el chispazo de cada disparo. El arma, hirviendo, con el humo apareciendo en la boquilla. 
¿Acaso es inhumano? Eros y Thánatos guardan igual, en su deseo, esa dosis de locura que los conmina a las más trágicas y felices aventuras, en donde intercambian roles sin querer (u obligados en algunos casos)
Y entonces, cuando esa dosis explota, ya la percepción de una realidad distorsionada y, por demás, manchada y contaminada, termina siendo el resultado puro y natural de un estado natural, no inhumano.

Viéndolo así, no sería del todo infructuoso el desprecio o la indiferencia, ambas sensaciones se mostrarían como el reflejo del deseo que uno guarda dentro. Es como si se disfrazaran de la muerte y el odio, cuando en realidad son simplemente un pétalo y un trozo de algodón, tan incautos, indefensos y benignos que nadie tendría que preocuparse.

¡Es así! Es la verdad. Ya no debe interesar, ya no debe importar, ya no debe tomarse en cuenta aquellos pasos o esas huellas que marcan las veredas para siempre, como el pisotón en el cemento fresco. Tal vez sea la señal del rescate, el manotazo que el ahogado necesita para ser visto en la oscuridad del océano, el grito escuchado por alguien en medio de la selva. 

Y así, luego de terminarse las balas,  luego de enfriarse el arma, poder sentirse mejor entendiendo que no se trata de frases comunes, para nada.  Se trata de lo natural y ante eso no podría haber juicio de valor, ni bueno, ni malo, ni tosco, ni débil. Entonces al no tener esas reglas (siempre tan mezquinas) estamos permitidos de cualquier sensación, disfrazada o lo que sea. 

¡Celebremos! Es válido, es puro, es natural. La conveniencia ante una nueva era, un nuevo mundo sin ajetreos ni distorsiones, ahora podemos cabalgar libres, dejando el cabello al viento, cerrando los ojos, expresando en la mente o en palabras toda la mierda que se puede sentir frente a algo o alguien. Y no está mal... y no está mal.





lunes, 23 de abril de 2012

Telapatía entre el odio y el infierno

Odia ver que sonríe
Odia saber que es feliz
Odia enterarse sin pedirlo
Odia jugar sin querer
Odia la rabia que lleva
Odia que todo esté bien (o parezca)

No, no tiene que ser lo mejor, lo justo. El tiempo no es que sea el mejor porque lo cura todo, es inteligente porque su indiferencia lo protege de todo. Y así, se olvida tarde o temprano de las cosas, y no odia ni ama, ni siente, ni huele; ni grita, ni llora, ni lanza carcajadas. Nada. Indiferencia es la madre de la sensatez, de la economía del sufrimiento. ¿Es necesario sufrir sabiendo la felicidad de quien sí debería sufrir? ¿Es acaso lo correcto ver sonrisas de despreocupación y enterrar en un segundo las flechas que tantas veces dañaron el alma como quisieron? ¿Es adecuado sentir una bomba que explota de a pocos, como desmenuzando todo el cuerpo por dentro para generar dolor al gusto? 

Todo ese invento, tan débil y denso, puede irse directamente al subsuelo, que busque el camino del fuego y se pierda en el infierno... donde nada se recuerda, donde nada se siente, donde nada se sabe: donde se vive en paz.