sábado, 27 de marzo de 2010

En un parque sin bancas

... sentados, con varias copas encima, molestos, fastidiados, curiosos, inquietos pero sobre todo con algo de ganas de responder ciertas preguntas. ¿Para qué? Para que desaparezca la incertidumbre, y desapareció. Sin anestesia, un solo dolor, un solo golpe y listo. No pasó nada. Aquí nunca nada pasó ni se recuerda. El resto son palabras que adornan el mensaje principal, como si quisieran ablandar o adormecer la piel para que no sienta. Pero siente, y mucho, y no quiere darse cuenta, y encima se ríe como si nada hubiera pasado. Le duele más que nunca y como siempre.

Madrugada del mal, las cartas sobre el pasto, todo en orden, todo sigue curso, el caos triunfa una vez más y el terremoto interior ya empezó a pesar de que parezca, por fuera, un edén. La solución hubiera sido evitar la situación, pero "hubiera" se murió. Hecho el hecho no hay vuelta que darle. Tan solo debo matar a la estúpida, porque sé que esta historia no se cerró, que la puerta aún no tiene pestillo ni candado. Será por allí, por esa milimétrica rendija que queda, por donde podría entrar el único rayo de luz existente. Aleph. Podría, aunque no podría. Al final la incertidumbre regresa, por culpa de la estúpida... me encantaría morir y ver qué pasará en los próximos días, adelantarse al tiempo debe ser generoso.

Tranquilidad: no la tengo. Paciencia: menos. Espera: no la concibo. Lo peor es que al final sólo habrá un perjudicado, como siempre, como toda mi vida, soy como las chispas de ceniza del fuego del carbón cuando está por desaparecer. Soy eso, pequeñez, ínfimo, imperceptible al mundo. Soy nada, desde lo más profundo de la nadeidad. O como se escriba, o como se entienda.

Y todo ¿Por qué? Por estar dos en un parque sin bancas... sentados y con varias copas encima.

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