lunes, 19 de julio de 2010

Flotante

Un día Sísifo se cansó. 'Renuncio'. Dejó la roca en el suelo y se fue de la montaña, dejándola libre pero triste.
'Voy a ver qué hay en el mundo'. Caminó y saludaba a las personas, se compró unos dulces y sintió la emoción del azúcar dibujándole una sonrisa, por fin. 

No sabía bien qué hacer, pero yacía feliz de estar nuevamente entre los mortales, de pronto vio una mujer llorando en una banca. 'Lárgate imbécil' Sísifo, recuerda que no debes meterte en asuntos ajenos. Pero siguió y volvió a sonreír, llegó a un parque de diversiones y esta vez subió a una montaña rusa. Buena manera de burlarse de su castigo, pensó. Y se divirtió mucho salvo al final que vio a un adolescente llorando porque se asustó mucho con las vueltas y los rieles del paseo.

Llegó a un semáforo y vio a los niños pobres pidiendo limosna a lo buses y autos. Le dio cólera, se acercó 'Lárgate tonto, tú no sabes nada' y guardó la moneda que les iba a regalar. Y el que recogía basura, y el mendigo conversando con el loco, pintarrajeado de mugre y tierra. Todo lo sucio se apoderó de su mente, no encontró el palacio ni los jardines colgantes que pensó, habían, en aquellos lares.



Luego de un mes y medio de intentar alimentarse de bien, se dio por vencido. Tantos años rogó por escapar, tantas veces quiso estar como ahora, había añorado estos días como nada en su vida, luchó por ellos, sin saber cómo los consiguió y ahora ya no se sentía a gusto. 'Somos pedazos de voluntad regada por la vereda' Que tengas suerte si recoges los pedazos correctos, el rompecabezas cambia de un día para otro, será el viento, o una pisada, o los insectos nocturnos que salen a robar las sobras de la gente.

Caminó durante el día y toda la noche, sin saber su paradero exacto deambuló por las sucias calles, una ola de mar debería llevarse todo lo que infesta los sentimientos, todas las crueldades y noblezas del alma de cada ser deberían ser ahogadas. 'Eres nadie, al final, siempre vas a ser una cobarde contradicción'. 

De pronto, y en medio de su fatiga y preocupación, empezó a reír, y a carcajadas. La gente lo miraba al pasar y él seguía riendo. Es lo máximo esta sabandija, es un hábil soldado que juega ajedrez con la muerte pero nunca gana, vive de puros jaques. Y en su risa llegó a su montaña de nuevo, cogió su roca y, feliz, empezó su rutina de tantos siglos, de tantos tiempos. Y la roca no le pesó. Creyó.

'Quédate aquí, imbécil'-  le dijo su montaña, mientras sonreía y disfrutaba al tenerlo nuevamente a su lado.


1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Maravilloso cuento! Gracias y hasta pronto.