martes, 28 de junio de 2011

Mendigos

Sin nada.
Sin nada en los brazos, caricias
Sin nada en los ojos, lágrimas
Sin nada en el alma, furia
Sin nada en la mente, fotos

¿Cómo entender la actitud del mendigo que todo el día pide una moneda para ser feliz? Y al pasar por su lado lo vemos como un bicho escuálido, digno de lástima, digno de no querer ser visto.  Alguna vez fue un grande, respetado y admirado por miles. Pero se descuidó, o lo descuidaron. Y la vida le atacó por la espalda. Duele, no sólo por el ataque; también recuerda lo que dejó antes. La impotencia de haber arriesgado para nada. O para algo: para sufrir, para despintarse de a pocos, para romperce en pedacitos de espejos que reflejan su sonrisa rota por las noches.


Y añora el norte hoy más que nunca. Se desgarra lentamente las pestañas, y quiere meterse a la máquina del tiempo que nunca inventó para aparecer en el lugar y momento adecuado con la actitud adecuada. Para estirar la mano y que le lluevan miles de monedas esta vez. Que de las ventanillas de los autos broten las láminas doradas que hagan brillar sus alicaídos ojos sucios y postrados hace tiempo.

Y así el mendigo sentirá, por fin, que algo tiene en los brazos. Y que los ojos se reabren dejando brotar nuevamente lágrimas dulces de alegría, dejando que la furia arriende las bestias que lleva por dentro, y calmarlas. Y que las fotos, tan desgraciadas, desaparezcan para siempre, para nunca más reapaerecer. O que se transformen en caricaturas sonrientes. Y que el mundo las vea y se sienta cómodo. Que el mundo prenda la televisión y se emocione con los bailes y los cánticos que observe, que tome champagne y unas aceitunas que le hagan hacer muecas de complicidad y satisfacción, que abra el gabinete que hace tanto tiempo dejó olvidado que, ahora, indómito parece esconderle sus llaves como esos duendes nocturnos que destruyen las vidas de aquellos inocentes e ingenuos confiados por cualquier estúpida razón.

¡Despierta!

sábado, 11 de junio de 2011

Despertar con el frío, la sensación (tantas veces mentada) de escalofrío. Clima gris, perfectísimo para que las lágrimas se guarden bien al fondo del tonel. La mancha se hace enorme; y a pesar de que ahí está el trapo raspando el suelo con todas sus fuerzas, será inútil. Sin embargo, de cuando en cuando se abre la ventana, y un ligero rayo de sol (nunca bienvenido) ingresa. ¿Por qué?

jueves, 9 de junio de 2011

Oscura procedencia
Sonrisa perfecta
Fresca
Luna llena

Es la inquietud del boulevard
La furia del tornado
La rebeldía de la hiena
Sombra del bien

Mujer noche,
triste cuando quiere
y como dice Héctor
bonita pero traidora
Mujer noche.

miércoles, 8 de junio de 2011

Danzan los lobos bajo la luna. Noche. Una fogata al centro que se enciende con cada aullido. ¡Qué perdida de tiempo! Si supieran los tontos que la fogata se apagará cuando quiera. No necesita la lluvia, ni sus estúpidos bailes, no necesita nada más que decidirlo.

¿Encajes? Es hasta risible. Un rompecabeza se arma siempre con paciencia y perfección, la sutileza y el cuidado acortan los minutos en ese aspecto. Eso sí, esto se cumple siempre y cuando no sean dos los que lo arman. Porque de ser así, mientras uno coloca, el otro lentamente va quitando la pieza de la esquina. Y cuando miras bien el esfuerzo que hiciste durante tanto tiempo, se convierte en la burla de siempre. Te engañaron. Y no tienes otra que aceptar. Y perdonar. Aunque pareciera irrelevante.

Gulliver viajó mucho hasta que llegó, para su mala suerte, a aquella tierra que le generó tantos problemas. Tal vez algún día entienda el significado de ese lugar. Tal vez no, y siga preguntándose a sí mismo qué fue lo que pasó. Y siga caminando hasta viejo, consternado y confundido, buscando la respuesta a una pregunta que ya habrá desaparecido. Tonto.

Esta noche no hay luz: ni la luna, ni el rompecabezas, ni Gulliver, ni nada. A bailar, es la única salida, que los zapatos quemen el piso, ahora mismo, que salga el polvo, que llegue el sudor, el cansancio, para así poder dormir y olvidar, al menos ficticiamente, todo el estruendo final de la tormenta. ¡Y qué tormenta!
Por ahora es el desenfreno, y la miseria del recuerdo maravilloso en épocas de decandencia.

sábado, 4 de junio de 2011

Son los ríos de la suciedad, de la moral mentirosa (peor aún que la mala moral), son los filamentos de la hipocresía y de los párpados tranquilos en las noches. Son las aguas del libertinaje innecesario, de las tablas de multiplicar que se combinan entre sí, son las líneas del fastidio y el tumulto sabatino. Saturado, inepto.