viernes, 29 de julio de 2011

Trapecista

Fuego naranja, peor que lava, más caliente que la furia de un alma vengativa. Y con todas sus letras.
Es un máquina que avanza dando vueltas, triturando todo lo que llega, lo que ve, lo que siente. 
¿Podrá el trapecista resistir? Las manos le pesan, tiemblan, pero se mantiene firme. El puño logra cerrarse. Augurio positivo, aunque no definitivo. 

¿Qué hacer cuando en pleno acto le llegan a la mente las ráfagas de destrucción y de impotencia? Y miles de personas lo están mirando, y lo sabe. Ha decidido que la función debe continuar, no puede defraudar, no debe defraudarse. 


No va a aguantar, piensa. Que se suelte, que se caiga directo al precipicio, directo al piso, helado y extremadamente sólido. Que suenen sus huesos, que haya un crujido y desaparezca su último aliento. !Es lo que siempre quisiste!
¿Pero acaso está planeando algo? Cobarde y absurdo, el suicidio siempre es voluntario, y lo sabe. Aunque antes debería romper algunos otros huesos, de almas desprovistas de sinceridad y del más mínimo respeto ante el dolor. Es menester que quien sale de casa en lluvia, tenga que mojarse.

Y vuelve a sujetarse, con más fuerza, y la máquina sigue triturando la boca del estómago. Dragón de carpa.
Hora del salto mortal, directo al éxito o directo a la nada. Nada de donde llegaste, de donde siempre has sido hombre de ningún lugar, sin planes para nadie. 

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