domingo, 9 de octubre de 2011

Muñecas

Cómo le gustaría que sea normal. Que en las vitrinas se exhiban las muñecas que han fabricado con tanto esfuerzo, que la gente pase y se alegre, que quiera comprarlas. Cómo le gustaría que sea distinto, que al interior haya orden, las escobas barriendo y no escondiendo bajo la alfombra, que las esquinas no tengan telarañas, que detrás del velador no haya ni una sola pelusa, ni una.

Cómo le gustaría que sea normal. Pero ¿Qué es normal? ¿Es tan sólo lo que debe ser? ¿Lo que hacen las demás tiendas? No, es mucho más que eso, es la alegría de fabricar -ex nihil- las más lindas y adorables muñecas que jamás hayan existido, con pecas y rulos rojos, con sonrisas de fresa y flexibles como un algodón pintado de buena vibra y sobras de afecto. No es que las otras tiendas no lo hagan, es que aquí nunca se hizo. Y ante la injusticia de la razón escrupulosa sólo queda preguntar al azar por la añoranza que siempre está y nunca se dignará en pisar suelos ajenos a los de su granja, tan lejana y custodiada.




Y así, el viejo anciano despierta de su embrujo, despierta de su ilusión, de mirar al vacío; al girar la cabeza y observar su tienda, observa su vitrina, se toca el rostro con la mano hasta apoyarse en su quijada.  Solamente muñecas antiguas, muñecas que alguna vez fueron moda, pero que ya no tendrían por qué estar ahí. Juguetes extraños, de mala calidad y cada vez a un precio más bajo por la obviedad de ser innecesarios. Lo gracioso es que la vitrina sigue llenándose de otros objetos. Así, aparecen trenes y ruedas, sombreros y discos. ¿Alguna vez colocarán una muñeca de verdad? ¿Esas que se fabrican con pureza, esas hermosas niñas acarameladas que tanto alegran a los visitantes de otras tiendas?¿Alguna vez estarán en la vitrina? Y no una; mejor cientos, o miles, o lo que la infinitud del afecto muestre.

No hay comentarios: