miércoles, 9 de noviembre de 2011

Al lado del camino

Sentado, con las piernas cruzadas y el brazo y la mano extendidos. Así pide limosna. Inclina la cabeza y trata de mirar al cielo, pero el sol no le deja, le impide.

Siempre a un lado, mientras todos pasan, mientras todo pasa. Y la sensación de ser nada es ya una costumbre, la huella de ser ignorado lo envuelve, lo vuelve maduro y sólido, como el cayo de uno de sus pies.

Ha perdido la confianza en sí mismo, ya no quiere recordar cómo se suma, menos cómo se resta. Sentado, al lado del camino, observa cómo se rompen los cristales de la buena intención, se resiente y empieza a fabricar rencor, que servirá en pequeños vasos dorados, combinado de la incansable necedad del ser humano de no aceptar jamás sus culpas. Más aún: de justificarlas ciegamente tratando de ocultar el sol anteponiendo los ojos y un enjuague de belleza tan falso y patético que genera indignación.

No hay comentarios: