martes, 27 de marzo de 2012

Hierve

Pensamientos entre el sueño y la vigilia, esos que nunca se sabe si existieron o no. Pensamientos que hablan, que gritan, que asfixian y acarician. 

La decadencia de recordar maravillas empieza a ser soportable; sin embargo se transforma en pequeñas piezas de un difícil rompecabezas que sólo se deja armar en las noches. Entonces, la indignación y su prima la impotencia, empiezan a maquillarse y cambian de rostro. El lápiz de labios y las brochas las transforman en odio, fusionándolas en uno solo. 

Y se pinta de negro,  de oscuro,  de rígido ¿Quién se atreve a decirle algo? Todos voltean la cabeza, terror.
Y ahora, con la casaca enfundada, inicia su nuevo camino. Ya no le importa los obstáculos, ni la gente buena, ni los sermones, ni la mano de un amigo. ¿De qué sirve la amistad al final? Igual nunca puede entrar a los rincones más profundos y, por ende, más puros de uno mismo, del ser. 
Deberá seguir, apretando los dientes, mordiéndose la lengua y con los puños bien cerrados, no vaya a ser que en el camino hayan sorpresas...


Y si se encuentra con quien no debe, la profecía se cumplirá, y la sangre llegará al piso, al río y a toda la mierda que la gravedad logre capturar. 
Y seguirá caminando, con la mirada hirviente y las venas explotándole en el cuello. Ya nada podrá hacer que se detenga, nada le dañará, nada.... nada.

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