lunes, 23 de abril de 2012

Telapatía entre el odio y el infierno

Odia ver que sonríe
Odia saber que es feliz
Odia enterarse sin pedirlo
Odia jugar sin querer
Odia la rabia que lleva
Odia que todo esté bien (o parezca)

No, no tiene que ser lo mejor, lo justo. El tiempo no es que sea el mejor porque lo cura todo, es inteligente porque su indiferencia lo protege de todo. Y así, se olvida tarde o temprano de las cosas, y no odia ni ama, ni siente, ni huele; ni grita, ni llora, ni lanza carcajadas. Nada. Indiferencia es la madre de la sensatez, de la economía del sufrimiento. ¿Es necesario sufrir sabiendo la felicidad de quien sí debería sufrir? ¿Es acaso lo correcto ver sonrisas de despreocupación y enterrar en un segundo las flechas que tantas veces dañaron el alma como quisieron? ¿Es adecuado sentir una bomba que explota de a pocos, como desmenuzando todo el cuerpo por dentro para generar dolor al gusto? 

Todo ese invento, tan débil y denso, puede irse directamente al subsuelo, que busque el camino del fuego y se pierda en el infierno... donde nada se recuerda, donde nada se siente, donde nada se sabe: donde se vive en paz.


miércoles, 18 de abril de 2012

Es increíble todo lo que se puede inventar, poner al frente como excusa y hasta creer, con tal de no reconocer los errores. Una fanfarria risible y de verguenza ajena que inventa enemigos y sensaciones propias de cualquier mortal, que no son nada distintos en nadie.
Sería tan simple, digno y bello un "lo siento" en vez de toda una gama de palabras estúpidas tratando de ser el escudo de un elefante (cuando ni siquiera puede taparle una de las orejas) Una lástima.

jueves, 12 de abril de 2012

La rabia, miles de soldados que forman el ejército más furioso que habrá existido. Espuma de fuego que quema todo lo que siente. Allá los que se jactan, es por un complejo de inferioridad, como el pasto envidiando a la rosa. Nunca serán tanto como aquellos, así crean, así aparezcan ventanas engañosas, nunca.
Triste destino a quien se jacta, como el cocinero de hamburguesas, o el que hace y despecha pedidos de una mega-empresa... diciendo que tiene un gran cargo. Tal vez se refiera al peso que debe llevar en la espalda a diario, y el cual se vuelve más duro cada vez que mira al vecino de al lado, triunfante, soberbio, riéndose de sus migajas y escupiéndole las manos. Iluso.