jueves, 30 de abril de 2015

Pretensiones

Y arrojarte a la pared,
como un póster de humanidad
Luego, arrancarte el plástico
con ráfagas

Respirarla
dejarla sin color y sin saliva
Absorber su piel
instalarla en mis sentidos
bien mar adentro
bien fija
bien tatuada.







sábado, 25 de abril de 2015

A nadie

Respirar puede ser un punto de escape. Un agujero limpio dentro de la maceta, con profundidad de colores y retazos de ansiedad. Y mientras el aire va y viene, la mente ha decidido descender, con paracaídas para hacerse de tranquilidad. Aunque eso no excluye que la siga extrañando.
Tarea coqueta, de poco alcance, de gran ardor. Texturas ásperas, de las que dejan astillas entre la uña y la piel. ¿Cuándo y cómo llegará el momento de la presunción, del baile eterno encima del fuego?

¿Hacia dónde tenemos que llegar? Porque todo el mundo anda apurado, corriendo y jalando. ¡Dale, apura! ¿Qué esperas? El tema, mandraques de inframundo, es si alguna vez se preguntaron si alguien quería seguirlos, o teníamos que hacerlo a su ritmo. A lo mejor tu punto de llegada no es el mío, no hay necesidad de correr, imbéciles. Aquí nadie quiere ayuda,  nadie la pidió; aquí nadie quiere ir adonde todos siguen yendo. Este es el mundo de las sombras, cálidas y cómodas. Aquí la vida es más simple y más sincera: no necesitamos banderas.

Ahora bien, tampoco se trata de ir en contra. Puesto que los extremos son siempre vicios, la idea es simplemente vivir con un cartel de "no molestar". Suficiente. ¿Se encontrará la llave para dicha puerta? Qué difícil es conocerse, qué difícil es concentrarse, por ejemplo, tan solo en la nariz. Y navegar a partir de eso, con el timón bien puesto, con la sangre flotando, con la prudencia de mochila. Pero eso sí, no olvides lo que le dijeron a Watanabe: nunca te compadezcas de ti mismo que eso es para mediocres.


Que siga el circo; tormenta, ventisca, sequía o lo que sea, a jalar para adelante. Sin darnos cuenta seguimos encajando nuestro rompecabezas con piezas de oro, con piezas de barro, algunas más grandes, otras oscuras; todo cuenta aunque nada haya al final. Después de todo, no tenemos que seguir a nadie. Aunque eso no excluye que la siga extrañando.


sábado, 11 de abril de 2015

Coincidencias

¡Mefisto! ¿Por qué será? ¿Otra vez en problemas? Apareces hasta de casualidad, en la acción menos deliberada. O a lo mejor la más. Oréxis bouletiké.

Figúrate, vaya respuesta que le diste al Coro. Ahora entiende la gracia de la casualidad. O, como dicen los paganos de mucha fe (innecesaria), de las coincidencias. 

Ligamentos de cera, mitad oro, mitad hielo. ¿Existirá al menos por un momento, por un instante, ese grado de conexión que se le escapa al futuro y se le adelanta al pasado? El equilibrio no es cuestión de precisión, es cuestión de voluntad.

¡Mefisto! Tú de nuevo, saltando del 1 al 11, como siempre haciendo trampa o, como bien dices, buscando lo que quiere porque lo quiere. ¿Qué será de la sangre, del terciopelo?

Y mientras se preguntaba todo eso llegó una extraña correspondencia. Al revisarla acusa un sobresalto sordo, lerdo, casi para seguir la corriente, pero deliciosamente atractiva, porque también los lobos se mojan los labios.
Y al observar el nuevo bosque, se da cuenta de que la ilusión  no es nada al costado de realidad (pero en la otra cerca, claro). Y, ojo, no es que sea su sensación, tampoco su corazonada; ahora se trata de un cartel enorme que, letra por letra, informa todo eso. Y que, entrelineas, dice mucho más. Copiado, sargento.

¿Y ahora Mefisto? Tu música suena muy bajito.  De rey te fuiste hasta peón. Te lo dijeron, te lo advirtieron. Pero, tú,  y dale con la esquina de siempre. ¿Tanto? Mira el sombrero, un par de monedas, y de las más chicas. Ya ni mires al frente.

                                                                            γνῶθι σεαυτόν

Pero con todo, se acuerda cuando la coronó, cuando las chispitas mariposa la hicieron sonreír. Y que esa sonrisa aplaste a su miedo, a su árbol escondite y a todos los enigmas de la aceptación propia. ¿Qué será todo esto? Probablemente una coincidencia  ¿ o la primera de 80 años? Qué más da, Mefisto, qué más da. 
Total, la despedida siempre es con uno, con sus brazos y sus piernas. Porque, desde el principio hasta el fin, los abrazos existen al contacto. Lo demás se acaba, o lo que es igual, nunca llega a empezar.