sábado, 25 de abril de 2015

A nadie

Respirar puede ser un punto de escape. Un agujero limpio dentro de la maceta, con profundidad de colores y retazos de ansiedad. Y mientras el aire va y viene, la mente ha decidido descender, con paracaídas para hacerse de tranquilidad. Aunque eso no excluye que la siga extrañando.
Tarea coqueta, de poco alcance, de gran ardor. Texturas ásperas, de las que dejan astillas entre la uña y la piel. ¿Cuándo y cómo llegará el momento de la presunción, del baile eterno encima del fuego?

¿Hacia dónde tenemos que llegar? Porque todo el mundo anda apurado, corriendo y jalando. ¡Dale, apura! ¿Qué esperas? El tema, mandraques de inframundo, es si alguna vez se preguntaron si alguien quería seguirlos, o teníamos que hacerlo a su ritmo. A lo mejor tu punto de llegada no es el mío, no hay necesidad de correr, imbéciles. Aquí nadie quiere ayuda,  nadie la pidió; aquí nadie quiere ir adonde todos siguen yendo. Este es el mundo de las sombras, cálidas y cómodas. Aquí la vida es más simple y más sincera: no necesitamos banderas.

Ahora bien, tampoco se trata de ir en contra. Puesto que los extremos son siempre vicios, la idea es simplemente vivir con un cartel de "no molestar". Suficiente. ¿Se encontrará la llave para dicha puerta? Qué difícil es conocerse, qué difícil es concentrarse, por ejemplo, tan solo en la nariz. Y navegar a partir de eso, con el timón bien puesto, con la sangre flotando, con la prudencia de mochila. Pero eso sí, no olvides lo que le dijeron a Watanabe: nunca te compadezcas de ti mismo que eso es para mediocres.


Que siga el circo; tormenta, ventisca, sequía o lo que sea, a jalar para adelante. Sin darnos cuenta seguimos encajando nuestro rompecabezas con piezas de oro, con piezas de barro, algunas más grandes, otras oscuras; todo cuenta aunque nada haya al final. Después de todo, no tenemos que seguir a nadie. Aunque eso no excluye que la siga extrañando.


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