sábado, 27 de noviembre de 2010

¿Existe? Para el mundo no. Para el mundo otras especies sí, siguen existiendo. ¿Será justo? 
Es el problema de ser una nueva especie. ¿Será justo? A pedirle permiso al enojo entonces. ¿Será justo? O que cuenten a todas, o a nadie. Sin preferencias debería ser mejor ¿Será justo?

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Sí que lo es

En el recreo salen todos disparados. Energía que irradia chispas de luz. Pero ninguna como la de aquella niña hermosa que sobresale en el montón. Su sonrisa inigualable, sus cabellos brillantes tan dóciles como sus ojos. Y esas tiernas mejillas que parecen petalitos lloviendo del balcón donde tantas veces sube a mirar el paisaje. Belleza linda, sí que lo es, belleza de inocencia y  de audacia, de impulsos y caricias: belleza natural.

Al lado, mientras juegan, todos la miran de reojo, ellos  mueren por ella, y ellas mueren de envidia. Está bien, la envidia sirve un poco. Tienen una meta que lograr aunque difícilmente puedan alcanzarla. La niña hermosa sigue allí, tan simple y perfecta, comiendo unas gomitas, hablando con el aire, surtiéndose en el mundo

domingo, 21 de noviembre de 2010

Farsa

Entre muros hay pintas. Decoraciones de felicidad que incentivan a todos los que pasan y miran. Colores, formas y trazos elegantes con corbata y solapín. Es hermoso, pero si vieran lo que hay detrás...
Es increíble darse cuenta cómo las fachadas pueden esconder hasta los peores signos de decadencia.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Minino

Leoncito que escapaste de la jaula. Tu reinado es una risa.
Camina completamente solo, moviendo la cola, mirando al sol con un ojo, el otro le pesa mucho. Así es siempre, todo le pesa mucho.
¡Cuidado fiera! Aquí en la carretera no eres nadie, eres poco más que un bulto brillante. Ya no das miedo, ya no  impones respeto, ni autoridad, ni admiración. Minino.

¿Qué se siente? Inseguridad en la melena, nunca tan incapaz. Y reniega cuando un camión pasa a toda velocidad  y-no-le-que-da más remedio que hacerse a un lado, sentir el viento como un golpe en el rostro y dejar que el bólido lo vuelva a avergonzar. Minino.




Ni siquiera hay huellas, tampoco nadie que diga "Allá va el rey". El rey de una burbuja de barrotes rota. ¡Él mismo la rompió! Abrió el hocico, la mandíbula y los dientes hicieron el resto, faena espléndida. Pero miren cómo termina aquel que irrumpe a mundos que no le pertenecen. Minino.

lunes, 15 de noviembre de 2010

maestro y aprendiz

Una cucharada de alerta, unas gotas de atención y una pisca de coherencia. ¿Tan difícil la receta? El aprendiz no entiende lo que lee, el maestro lo mira, lo analiza, lo observa. Es que cuando no entiende, ni así le pongan mil maestros juntos! Pero tiene suerte, está en buenas manos. El maestro le explica sin explicar, le enseña sin hacérselo notar, le repasa lo aprendido sin que el otro se de cuenta. Al final logra que el tonto aprendiz haga magia y le entregue un platillo tan delicioso, tan perfecto y apetecible que ya nadie recuerda que tuvo problemas para su fabricación. Nadie, excepto el maestro, él sí lo recuerda, claro que sí. Ya tiene un libro escrito sobre esas anécdotas, lo empezó a escribir y sabe que tendrá más de mil y una página más. Scherezada puede empezar a preocuparse, la superarán en historias.

Sin embargo a nadie le importa, todos los comensales salen contentos, las delicias de los misterios enseñados tienen sus frutos a la orden del día, de los días, y de las noches también. Esas noches de guerra y violencia que necesitan paz y no la encuentran, buscan en la esquina, debajo de la cama y hasta en los bolsillos, pero nada. Vacíos. ¿Se habrá ido? ¿o simplemente nunca estuvo ahí?  Pero, se insiste, al mundo no le interesa. Como siempre, todos ven los dibujos de la alfombra pero no las pelusas y el polvo que vive y hace fiestas debajo. 

Todos contentos, menos él, que ahora mira a su aprendiz sonriente, le toca la cabeza lentamente como soñando que su libro tenga un final de una buena vez. Pero sabe que no será así, que más bien debe ir a comprar más papel, más plumas y más tinta. Es la belleza de lo interminable, la curiosidad de lo incierto, o simplemente la resignación frente a una rosa. Espinitas que acarician su aliento, que lo encierran en la reflexión insensata e inservible de querer que su aprendiz sea como él. Pero no, eso sería aburrimiento, en el fondo sabe que es mejor así, porque todavía tiene la certeza de ser él el maestro, y el otro, el tonto aprendiz.

¿Cuál será la siguiente receta?


domingo, 14 de noviembre de 2010

Serse

El silencio del fastidio confundido con el leve murmullo de los grillos, inquietos, en la noche.
Tonta piedrecilla que entra a los mismos zapatos siempre. Tontos zapatos que pasan siempre por la misma piedrecilla. Al final la fiesta se hace grande, los resortes saltan hasta el techo, dejando una leve huella de aire que recorre el rostro de quienes los ven brincar.

No es cuestión de caprichos, si así lo fuera la máquina de la molestia podría repararse todo el tiempo; tampoco es cuestión de imponerse, al final cada quien llega hasta donde puede y cada cual cede hasta donde quiere; es cuestión de instinto, es cuestión de descontrol, es impulsividad ahogada en la boca del estómago. Es la lucha diaria entre el querer ser y el descontento del ser algo que tiene que serse.

Y arde. Ya ni imaginar cómo quedará la casa luego del incendio. Se hace lo que se puede, pero hasta los bomberos se preocupan por su vida. No voltear atrás parece ser la consigna. Al salir, un enjambre de pensamientos con aguijón perforan lenta y deliciosamente la frente. Al entrar, un centenar de polillas aletean dejando sus polvos (tan espesos y sucios) por encima de toda la cabeza. El resultado es una mente atónita, absurda, risible, poco más que inservible.

Un duende de cabellos rubios observa todo: los grillos, las piedras, las abejas, las polillas. Olvidó a las manos, desesperadas por manifestarse, inquietas como aquel rayo de luz que por un instante se volvió un trueno que hizo oscurecer todo el cielo en vez de encenderlo, fue realmente horrible. Esas manos de vez en cuando saben calmar la tempestad.

El duende, cabizbajo y disimulado, quiere tratar, intenta entender pero no puede. O tal vez se resiste. Tal vez es la excusa para quitarse los anillos y botarlos al fango, es la excusa, sí, lo es. Porque así cualquiera puede ponerse una vincha en el pelo, un par de aretes fuxia en forma de colibrí y un letrero en el pecho que diga ".... ..... .. ......" y pasarse la vida fingiendo, o simplemente murmurando hacia sí, como los    grillos, en el silencio. Será.