domingo, 14 de noviembre de 2010

Serse

El silencio del fastidio confundido con el leve murmullo de los grillos, inquietos, en la noche.
Tonta piedrecilla que entra a los mismos zapatos siempre. Tontos zapatos que pasan siempre por la misma piedrecilla. Al final la fiesta se hace grande, los resortes saltan hasta el techo, dejando una leve huella de aire que recorre el rostro de quienes los ven brincar.

No es cuestión de caprichos, si así lo fuera la máquina de la molestia podría repararse todo el tiempo; tampoco es cuestión de imponerse, al final cada quien llega hasta donde puede y cada cual cede hasta donde quiere; es cuestión de instinto, es cuestión de descontrol, es impulsividad ahogada en la boca del estómago. Es la lucha diaria entre el querer ser y el descontento del ser algo que tiene que serse.

Y arde. Ya ni imaginar cómo quedará la casa luego del incendio. Se hace lo que se puede, pero hasta los bomberos se preocupan por su vida. No voltear atrás parece ser la consigna. Al salir, un enjambre de pensamientos con aguijón perforan lenta y deliciosamente la frente. Al entrar, un centenar de polillas aletean dejando sus polvos (tan espesos y sucios) por encima de toda la cabeza. El resultado es una mente atónita, absurda, risible, poco más que inservible.

Un duende de cabellos rubios observa todo: los grillos, las piedras, las abejas, las polillas. Olvidó a las manos, desesperadas por manifestarse, inquietas como aquel rayo de luz que por un instante se volvió un trueno que hizo oscurecer todo el cielo en vez de encenderlo, fue realmente horrible. Esas manos de vez en cuando saben calmar la tempestad.

El duende, cabizbajo y disimulado, quiere tratar, intenta entender pero no puede. O tal vez se resiste. Tal vez es la excusa para quitarse los anillos y botarlos al fango, es la excusa, sí, lo es. Porque así cualquiera puede ponerse una vincha en el pelo, un par de aretes fuxia en forma de colibrí y un letrero en el pecho que diga ".... ..... .. ......" y pasarse la vida fingiendo, o simplemente murmurando hacia sí, como los    grillos, en el silencio. Será.

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