lunes, 15 de noviembre de 2010

maestro y aprendiz

Una cucharada de alerta, unas gotas de atención y una pisca de coherencia. ¿Tan difícil la receta? El aprendiz no entiende lo que lee, el maestro lo mira, lo analiza, lo observa. Es que cuando no entiende, ni así le pongan mil maestros juntos! Pero tiene suerte, está en buenas manos. El maestro le explica sin explicar, le enseña sin hacérselo notar, le repasa lo aprendido sin que el otro se de cuenta. Al final logra que el tonto aprendiz haga magia y le entregue un platillo tan delicioso, tan perfecto y apetecible que ya nadie recuerda que tuvo problemas para su fabricación. Nadie, excepto el maestro, él sí lo recuerda, claro que sí. Ya tiene un libro escrito sobre esas anécdotas, lo empezó a escribir y sabe que tendrá más de mil y una página más. Scherezada puede empezar a preocuparse, la superarán en historias.

Sin embargo a nadie le importa, todos los comensales salen contentos, las delicias de los misterios enseñados tienen sus frutos a la orden del día, de los días, y de las noches también. Esas noches de guerra y violencia que necesitan paz y no la encuentran, buscan en la esquina, debajo de la cama y hasta en los bolsillos, pero nada. Vacíos. ¿Se habrá ido? ¿o simplemente nunca estuvo ahí?  Pero, se insiste, al mundo no le interesa. Como siempre, todos ven los dibujos de la alfombra pero no las pelusas y el polvo que vive y hace fiestas debajo. 

Todos contentos, menos él, que ahora mira a su aprendiz sonriente, le toca la cabeza lentamente como soñando que su libro tenga un final de una buena vez. Pero sabe que no será así, que más bien debe ir a comprar más papel, más plumas y más tinta. Es la belleza de lo interminable, la curiosidad de lo incierto, o simplemente la resignación frente a una rosa. Espinitas que acarician su aliento, que lo encierran en la reflexión insensata e inservible de querer que su aprendiz sea como él. Pero no, eso sería aburrimiento, en el fondo sabe que es mejor así, porque todavía tiene la certeza de ser él el maestro, y el otro, el tonto aprendiz.

¿Cuál será la siguiente receta?


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