La sabiduría a veces está en manos de un niño, quien sin saberlo la manipula, la dobla y la estira como a un pedazo de papel. Y es que la diferencia entre las almas está en el trato. Una máxima debería estar escrita en la frente de cada mortal decente y día tras día recordarlo y ejecutarlo. Y es que pareciera tonto e iluso tratar como prioridad a aquellos que te ven como una opción. Let's see...
domingo, 31 de julio de 2011
viernes, 29 de julio de 2011
Trapecista
Fuego naranja, peor que lava, más caliente que la furia de un alma vengativa. Y con todas sus letras.
Es un máquina que avanza dando vueltas, triturando todo lo que llega, lo que ve, lo que siente.
¿Podrá el trapecista resistir? Las manos le pesan, tiemblan, pero se mantiene firme. El puño logra cerrarse. Augurio positivo, aunque no definitivo.
¿Qué hacer cuando en pleno acto le llegan a la mente las ráfagas de destrucción y de impotencia? Y miles de personas lo están mirando, y lo sabe. Ha decidido que la función debe continuar, no puede defraudar, no debe defraudarse.
No va a aguantar, piensa. Que se suelte, que se caiga directo al precipicio, directo al piso, helado y extremadamente sólido. Que suenen sus huesos, que haya un crujido y desaparezca su último aliento. !Es lo que siempre quisiste!
¿Pero acaso está planeando algo? Cobarde y absurdo, el suicidio siempre es voluntario, y lo sabe. Aunque antes debería romper algunos otros huesos, de almas desprovistas de sinceridad y del más mínimo respeto ante el dolor. Es menester que quien sale de casa en lluvia, tenga que mojarse.
Y vuelve a sujetarse, con más fuerza, y la máquina sigue triturando la boca del estómago. Dragón de carpa.
Hora del salto mortal, directo al éxito o directo a la nada. Nada de donde llegaste, de donde siempre has sido hombre de ningún lugar, sin planes para nadie.
domingo, 3 de julio de 2011
Calle
¿Y el mago? ¿Y las sonrisas?¿Dónde están las caricias del pincel en el lienzo? ¿Y los regalos que salían del sombrero? La alucinante y estática verdad de caminar por lugares muertos que hace un tiempo parecían ferias llenas de luz y maravilla. La paradoja de las calles, de sus muros vigilantes que han sido testigos de la vida, de la vida del mundo, de todas las personas que tantas veces pasaron en frente. Aquellas calles que nunca hicieron nada, que miraban atónitas a la cólera. al disgusto; que reían viendo a la avaricia, a la amistad, a la lujuria y a la traición; que dormían observando a la desdicha, a la mentira, al infortunio y la deshonra. Aquellas calles que nunca hicieron nada.
Y una mano sale de los muros y detiene al colérico, le regala un florero lleno de rosas, que fue el adorno de la mesa de aquella cena preparada que nunca fue; y otra mano sale de los ladrillos y aguanta al traidor, le regala ese muñeco esculpido que alguna vez fue un regalo que nunca se entregó, y así el mundo empieza a tener sentido. Las calles se vuelven gente, dicen y hacen cosas para mejorar nuestra existencia.

Pero no, sólo un sueño perverso y tontamente esperanzador. Las calles seguirán iguales, y el humo del cigarrillo deslizándose encima del abrigo seguirá siendo el mismo. Y la indiferencia sale al ruedo sin ganas, como si la empujaran hacia el escenario para que empiece el show. Pero no le queda otra. Sabe que no debe extrañar, no a pesar del arcoiris, no debe olvidar el dolor que provocó la roca que le cayó encima. Y sólo las calles saben lo que significa levantarse y olfatear el pasado cercano que hace poco obsequiaba chispas y que ahora destila mugre.
martes, 28 de junio de 2011
Mendigos
Sin nada.
Sin nada en los brazos, caricias
Sin nada en los ojos, lágrimas
Sin nada en el alma, furia
Sin nada en la mente, fotos
¿Cómo entender la actitud del mendigo que todo el día pide una moneda para ser feliz? Y al pasar por su lado lo vemos como un bicho escuálido, digno de lástima, digno de no querer ser visto. Alguna vez fue un grande, respetado y admirado por miles. Pero se descuidó, o lo descuidaron. Y la vida le atacó por la espalda. Duele, no sólo por el ataque; también recuerda lo que dejó antes. La impotencia de haber arriesgado para nada. O para algo: para sufrir, para despintarse de a pocos, para romperce en pedacitos de espejos que reflejan su sonrisa rota por las noches.

Y añora el norte hoy más que nunca. Se desgarra lentamente las pestañas, y quiere meterse a la máquina del tiempo que nunca inventó para aparecer en el lugar y momento adecuado con la actitud adecuada. Para estirar la mano y que le lluevan miles de monedas esta vez. Que de las ventanillas de los autos broten las láminas doradas que hagan brillar sus alicaídos ojos sucios y postrados hace tiempo.
Y así el mendigo sentirá, por fin, que algo tiene en los brazos. Y que los ojos se reabren dejando brotar nuevamente lágrimas dulces de alegría, dejando que la furia arriende las bestias que lleva por dentro, y calmarlas. Y que las fotos, tan desgraciadas, desaparezcan para siempre, para nunca más reapaerecer. O que se transformen en caricaturas sonrientes. Y que el mundo las vea y se sienta cómodo. Que el mundo prenda la televisión y se emocione con los bailes y los cánticos que observe, que tome champagne y unas aceitunas que le hagan hacer muecas de complicidad y satisfacción, que abra el gabinete que hace tanto tiempo dejó olvidado que, ahora, indómito parece esconderle sus llaves como esos duendes nocturnos que destruyen las vidas de aquellos inocentes e ingenuos confiados por cualquier estúpida razón.
¡Despierta!
sábado, 11 de junio de 2011
Despertar con el frío, la sensación (tantas veces mentada) de escalofrío. Clima gris, perfectísimo para que las lágrimas se guarden bien al fondo del tonel. La mancha se hace enorme; y a pesar de que ahí está el trapo raspando el suelo con todas sus fuerzas, será inútil. Sin embargo, de cuando en cuando se abre la ventana, y un ligero rayo de sol (nunca bienvenido) ingresa. ¿Por qué?
jueves, 9 de junio de 2011
miércoles, 8 de junio de 2011
Danzan los lobos bajo la luna. Noche. Una fogata al centro que se enciende con cada aullido. ¡Qué perdida de tiempo! Si supieran los tontos que la fogata se apagará cuando quiera. No necesita la lluvia, ni sus estúpidos bailes, no necesita nada más que decidirlo.
¿Encajes? Es hasta risible. Un rompecabeza se arma siempre con paciencia y perfección, la sutileza y el cuidado acortan los minutos en ese aspecto. Eso sí, esto se cumple siempre y cuando no sean dos los que lo arman. Porque de ser así, mientras uno coloca, el otro lentamente va quitando la pieza de la esquina. Y cuando miras bien el esfuerzo que hiciste durante tanto tiempo, se convierte en la burla de siempre. Te engañaron. Y no tienes otra que aceptar. Y perdonar. Aunque pareciera irrelevante.
Gulliver viajó mucho hasta que llegó, para su mala suerte, a aquella tierra que le generó tantos problemas. Tal vez algún día entienda el significado de ese lugar. Tal vez no, y siga preguntándose a sí mismo qué fue lo que pasó. Y siga caminando hasta viejo, consternado y confundido, buscando la respuesta a una pregunta que ya habrá desaparecido. Tonto.
Esta noche no hay luz: ni la luna, ni el rompecabezas, ni Gulliver, ni nada. A bailar, es la única salida, que los zapatos quemen el piso, ahora mismo, que salga el polvo, que llegue el sudor, el cansancio, para así poder dormir y olvidar, al menos ficticiamente, todo el estruendo final de la tormenta. ¡Y qué tormenta!
Por ahora es el desenfreno, y la miseria del recuerdo maravilloso en épocas de decandencia.
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