sábado, 23 de octubre de 2010

Es increíble cómo aquellas hojas rojas, pálidas y casi rotas que una vez cayeron del árbol pueden hacerte tropezar. Y caer. De narices y con los brazos abiertos.
Será que nunca nadie se preocupó de meterlas en un saco y tirarlas lejos para que se vayan con todo y su hechizo.
Aullidos de impaciencia y añoranza. Ahora se ven todos los días, cada vez más familiares. Y el barrendero sonríe y cada vez que habla con la pared se acuerda más de aquellas hojas muertas, que parecen tan frescas en su memoria.
Las historias terminan por acabar. Sin embargo, no se sabe cuándo será el final. Pánico y miedo (pero con ganas). Al voltear y desde el horizonte se ve mejor.

Increíble: Ahora las manchas indelebles parecen muy fáciles de quitar. ¿Propuesta de vida? Decisiones blancas, negras. El tornado pasará pronto, ajustemos los cinturones.

No hay comentarios: