sábado, 9 de octubre de 2010

Ya es hora

La flor de siete colores estaba en el jardín de su propia casa. Recorrió todo el mundo buscándola y, al final, estaba en el lugar del cual partió. Y tuvo que vencer todas las adversidades juntas. Los dulces, las galletas y la risa fueron sus armas. Felizmente.

Pero tuvo que sufrir y mucho. Innecesariamente eso sí. Pensaba que matando todas las flores llegaría a divisar aquella que tenía más colores. Y las mató. Psicópata, floricida, homicida de pensamientos. No tenías que ser tan incisivo. Los escrúpulos son necesarios siempre que no afecten ni carcoman a otro. 

El timón del barco de la vida se ha cansado, ahora mirará al otro extremo. De una buena vez avanzará bien. Está decidido: capitán, tripulación y salvavidas han llegado finalmente a un acuerdo. A partir de ahora se acabaron los problemas inventados. Qué especial puede ser el ser humano si se lo propone. El invento de un mundo en la cabeza jamás podrá vencer a la realidad. Es que son meras especulaciones, preguntas periodísticas sin sentido, sin respuesta; divagaciones propias del temor y el orgullo (las dos caras de la moneda del hombre), nada más. Y como navegan en el mar de lo contingente, se expanden y pueden aglomerarse fingiendo ser un paisaje increíble lleno de flores y estrellas, cuando en realidad no son más que un par de trazos de un pincel gastado sobre un papel sucio. Lo que el recuerdo, la imaginación y la máquina de la mente inventa no es nada, no tiene peso, no llegarán -todos juntos- a ser un segundo de realidad concreta, porque lo que se vive sí se siente en mil sentidos. Lo otro no pasa de las mentiras del cerebro coqueto y siempre problemático.

Y cuando el muchacho regresó a casa y encontró la flor se dio cuenta que su esfuerzo no valió la pena en parte, ya que pudo haber muerto por lo extremo del peligro de los obstáculos que inventó y encontró. Por otro lado, su esfuerzo le sirvió para regresarlo a la realidad y decirle: "tu estúpida flor está en tus narices". Despierta querubín, ahora tienes a alguien al lado. Que esas cuatro alas se extiendan por los aires, conviértete  en un ser feliz. Ya es hora.

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