jueves, 24 de junio de 2010

Así sea

La partida ya empezó. Las cartas sobre la mesa, nadie respira, todos desconfían. Es la hora del juego.
Y así, empezarán las apuestas, y cada uno tomará sus fichas y las pondrá al centro. Al principio serán pocas, deben ser pocas, luego irán aumentando. O no?

La primera partida es favorable, casi para todos. Sensación de confianza, valor. Y a seguir en el ruedo. A quién no le gusta apostar después que ha ganado? Es que ahora la sangre fluye, y la razón opaca, ebria y burlona deja un momento su trabajo y se dispone a descansar. Que trabajen las pasiones!



Horas, días, y la partida es perfecta, nadie puede detener a los grandes jugadores, a aquellos que nos demuestran que en estos juegos no se trata tan solo de suerte, hay que saber mover las cartas. Así sea una o dos, puedes ganar. Es cuestión de... de qué?

Y así, se gastan los cigarros, y los dedos, y vivimos contemplando el paso de todo, el deterioro, la fragilidad. Porque al final, puede ser, que termine el día y en la última se pierda todo. Nada lo asegura, ni siquiera el mejor de aquellos manipuladores, ni siquiera las cartas. El azar siempre está, débil o fuerte, ingrato e imponente.

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