sábado, 12 de junio de 2010

Domingo menos uno

Lo gracioso de estar sentado. A veces parado, o recostado en cama. Y mirando a cada instante el mundo interno. Y hay fuego. Todo el tiempo. Y vuelve a calentar, y decide fastidiar. Se trata de aprender a respirar en medio del incendio.

Y ahora todo suena, y cada segundo volteas, y escuchas lo que creíste escuchar. Y piensas lo que no quieres pensar. De pronto suena la alarma. !Es la señal¡ Falso: es simplemente la única cuerda que sostiene al puente colgante que está apunto de caer.

¿Cómo, entonces, habrá equilibrio de nuevo? El mundo que has visto no es nada de lo que esperas, pero sientes curiosidad, la de los gatos techeros, la del niño abriendo un regalo. Y lo mejor de todo es que no existe nada por lo cual esperar alarmas. Invenciones puras, a duras penas.

Armemos un tríptico sobre la incertidumbre. Pongámosle título, síntomas y consecuencias, luego hagamos de él un avioncito de papel. ¡En sus marcas, listos, ya! Que vuele por los aires, que sea libre, que pase por encima del incendio, que no escuche nada, que mantenga el equilibrio. Siempre. En el aire.


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