domingo, 30 de mayo de 2010

La batalla de la nada

 
La batalla de la nada es la batalla entre el aire y el viento, la disputa entre el lodo y el fango, entre el libro y el texto, entre el arma y la pistola; el conflicto entre cosas a veces iguales, a veces distintas.

¿Cómo poder observar el mundo a través de un instante? O a través de la mirada de alguien... Segundos que punzan, y dicen mucho. Aunque en realidad nunca dicen nada, es decir, nada que no sea más que una estúpida suposición  o intuición ajena, nada que no sea el invento de teorías y etiquetas que alivian la incertidumbre no voluntaria, no incentivada, no expresada.

No es cuestión de actitud, no se trata de construir triángulos de caramelo, se trata de hacerlos de hierro. Al menos el horno está listo, e hirviendo.

Esta vez el gatillo se apretó sin planear, la pistola está caliente sin querer; tal vez esa sea la diferencia, la gran diferencia. Es que ahora los disparos no tienen un blanco fijo, las balas salen dispersas sin querer encontrarse con nada en su ruta, porque una vez chocaron con una muralla, a la cual le hicieron un agujero, pero no la pudieron destruir. Desde entonces.

Un libro no hace una biblioteca, menos una de esas grandes, con miles de pasillos y varios pisos. Entonces hay que estar siempre listos, atentos y alertas. El librero no aprendió todos los pasillos y sectores de la noche a la mañana. Fue un proceso. Pero para ello necesitó a la biblioteca siempre en perfectas condiciones: limpia, ordenada y bien dividida, él solamente se comportó como sí mismo, seguro de sí mismo. Así logró conocerla, y logró que la gran masa de hojas escritas le conozca también, y le reconozca en las noches, en sus sueños, sus pesadillas y en lo más profundo de sus confusiones.

sábado, 29 de mayo de 2010

Miseria

Se acabaron las flores. Día a día se había acostumbrado a cortarlas, a usar la regadera para hacerlas felices, a quitarles las espinas y colocarlas en bellos floreros de mil colores; se había acostumbrado a mimarlas.
Y ahora, al despertarse ha encontrado la soledad, la mañana ploma, lúgubre y abandonada. Desaparecieron todas, no queda ni una sola. Ya no quema el sol hasta hacerle enfurecer, ya no se seca el sudor de la frente con el antebrazo. Ya no. Ahora todo vuelve a la normalidad, casi enfermiza, casi enfermante. 

Es curioso porque antes odiaba el sol, de hecho lo sigue odiando. Pero esta mañana lo extrañó, y mucho. ¿O poco? Es cuestión de percepción, es cuestión de pensar si levantarse de la cama con el pie derecho es buena suerte. Porque tiene la manía hasta de ponerse el zapato derecho primero. Extraña las flores, porque ahora no hay aventuras en el día. Y no hay emoción, ni algo que contar. Se ha quedado como el pichón en el nido: confundido, esperando que lleguen pero sin saber qué hacer. Quiere volar y no puede, quiere comer pero no tiene qué. Está en búsqueda de su propio exterminio. Desearía atreverse a caer, y buscar por sí mismo el alimento, y que cuando lleguen a buscarlo no lo encuentren. 




Y en medio de esta situación, del reconocimiento de su paupérrima situación, aún así se anima a buscar alguna flor, al menos una. Pero observa el mundo y está vacío, completamente llano, árido, y en el fondo las nubes cargadas arrojan ligeras gotas de rayos, de luz, de electricidad: es como si la naturaleza lo invitara a cambiar de rumbo, o de cuerpo.

Añora, tiene ansias, sonríe, llora, juega, salta, olfatea, cae, ríe, palmotea. Han pasado nueve días y no encuentra ni una sola flor. No se ha dado por vencido aunque en el fondo sabe de la ridiculez de su empresa. Pero no es enoja por eso, él sigue pensando cómo es que de un día para el otro todas sus flores desaparecieron, con sus floreros, con sus lindos tallos y los capullos resplandecientes. Lo peor de todo, es que la regadera sigue ahí, en la esquina de su cuarto, mirándolo y haciéndole recordar los grandes momentos que pasaron juntos. Porque, como diría el buen Dante:

"No hay mayor dolor que acordarse del tiempo feliz en la miseria"
(Dante. La divina comedia. Canto quinto. Barcelona. Biblotex, 2000. p. 27)

viernes, 28 de mayo de 2010

Balance

Una gota de sudor pasea lentamente desde su afilada patilla hasta rozar el mentón. Acaba de meter la cabeza a un balde de agua helada, cerró los ojos ahí dentro y pensó "Ahora". Tiene los ojos abiertos pero todavía no ve, la mirada es impenetrable pero no observa nada. Ha detenido sus pequeños saltos para conversar con él; todo el ruido del lugar es taponeado, no hay nada ni nadie que le desconcentre. Lentamente empieza a ver, y ahí está su familia, todos nerviosos pero felices saltando; también están los caballeros, aquellos que le llevarán al éxito (o al menos la cáscara de su intención es esa); también están los miles de fans que han venido a ver al campeón. Todos con carteles, de pie, y gritando cosas que él no llega a entender y que, piensa, no tienen sentido ni utilidad.
¿Para qué escucharlos? ¿Para qué?

Lleva puesta una bata de seda, es amarilla como el sol de mediodía, con dos líneas rojas que estarían presagiando el banquete. Los zapatos bien amarrados y pegadísimos a los pies; y, claro, los guantes rojos totalmente ajustados a los antebrazos. Sus herramientas de trabajo, una vez más, están listas para empezar su labor. Las pestañas se reabren y por fín mira el escenario: Tribunas abarrotadas, el ring en perfectas condiciones, las cuerdas bien elásticas y templadas, porque ha aprendido a rebotar.
Nadie podrá vencerte jamás


Tanto sacrificio, tanto esfuerzo, jornadas de agonía y cansancio. Entrenamiento. La gloria es su objetivo, la fama no lo detiene. Como Aquiles, no reconoce a sus reyes. Su entrenador ahí, en ese mismo instante, no es más que un maniquí. Así está el campeón, preparado para la jungla, para la agilidad, el trueno y los moretones. ¡Ha entrenado tanto! ¡Cuántos días! ¡Cuántas horas¡ ¿Sacrificio? Eso no existe, el sacrificio no es más que la excusa para que el soberbio deje pasar su ego de manera filtrada y disimulada.
El campeón sabe que es el mejor, es el campeón por algo.

Todo listo, el árbitro llama al campeón al centro del ring. Hasta ahora el mundo ha rotado hacia su eje. De pronto, un pequeño detalle, ha observado su radio de acción y lo vio. Es su contrincante.
El campeón se pregunta: ¿Por qué es tan grande? No es que sus 65 kilogramos se asusten al ver al rival, pero... es enorme. Calcula, unos 120 kg.
¡Pero así no se puede pelear! Huye! No sería una pelea justa...

Y por un segundo el campeón duda. ¿Miedo? No concibe esa palabra en su diccionario.
Por un segundo el campeón piensa ¿Le temes? No concibe esa sensación en sí. 
Por un segundo el campeón siente que el guante se desajusta ¿Te irás? No concibe el retroceso como estrategia. ¡A pelear!
Pelea surreal, pero se está produciendo...

Al terminar la pelea, el coliseo estalla en júbilo. No porque fue un gran espectáculo ni porque el campeón haya sido derrotado en el primer round de una trompada que no olvidará nunca (y vaya si lo tritutaron como un halcón desmenuza a una lombriz).  El coliseo salta y se ríe de él porque le están mostrando, le están restregando, le están encarando (al campeón) que aquello que no entendía al inicio -o que no quiso entender- y que todos los fans le trataton de decir de mil maneras, fue lo siguiente:
"Pelea siempre con alguien de tu peso"


martes, 25 de mayo de 2010

Culpa

¿Cuál es la culpa?
O acaso está prohibido sentir en estas épocas, o acaso ya no se puede dibujar con punta fina, manchando a cada momento la aguja en el tapón de tinta.

No es justo, no es que sea injusticia pero cada quien es cada quien. La marmota que siempre quiso dormir no podrá resistir la vigilia si le destruyen la madriguera; entonces le echará la culpa al destructor, cuando en el fondo eso era lo que realmente necesitaba para verse cara a cara con el mundo.

Y el "destructor" es, ahora, el causante de todas sus penurias. Y hasta daña, agrede, y golpea... golpea como el mazo de un bombo. constante, duro y determinante.


Suspira helado, que al final no es tu culpa ¿O sí? Pero es que la historia desentierra hasta el último escombro. Y eso está mal, podría evitarse, debería evitarse. La pala ya llegó a la mayor profundidad, la arena se ha abierto formando el boquerón de la tristeza, del auto-castigo, de la conciencia de maldad. ¿Y si realmente fuiste tú? Matón, matón de jirón, de viejas sentadas en una plaza, de palomas con las alas cortadas. Eso eres, un títere sin movimiento, un mimo que habla, una daga que rebota en cuerpo ajeno.  

Y así, los espíritus hacen sonar las hebillas de las correas, las campanillas de la sala desprenden melodías agridulces que invitan al hundimiento, a la caída, al abismo de la sensación de daño, de castigo. Y todo eso ocurre sin aviso previo. Porque el matón sabe que no lo es, así como el destructor sabe que no fue su intención. ¡Pero lo hiciste imbécil! Dañaste a quien no debías, mataste a quien no querías, estafaste a quien querías. 

¿Cuál es la culpa entonces? 
La de ser y sentirse un conjunto de piedras, de papeles, de símbolos. Y todos ellos demasiado pesados.


Dedicado a G.

domingo, 23 de mayo de 2010

Y si...

¿Y si ves al tornado sólo como un viento fuerte?
De pronto la noche se aclara, la luna es un foco. ¡Un foco!
Tal vez el lobo no era tan feroz,
Aunque acepto que la tortuga se me escapó por entre las piernas.

Odiseo demoró diez años, pero llegó. Todos vuelven, dice la canción.
Y no es que el mar sea tan bravo, es que simplemente a veces uno no sabe cómo nadar.
Y si te caíste en el fango, fue por descuidado y no porque no sabías el camino.

Un muñeco de cartón fue vendido como si fuera de porcelana, pero igual es un adorno.
Y la torre que tantas veces vimos recta, hoy parece un arcoiris de metal, doblada, desvirtuada.
La tuerca empezó a desajustarse. ¡Bastaba un buen plomero! Faltaba la técnica sutil.
El concierto está en su clímax, pero nadie toca nada.

Y otra vez, el movimiento hace lo demás: El tiempo y el espacio, siempre inquietos y apurados, siempre.

La verdad es que el vendedor, tarde o temprano,  se aburre y se va, toma sus galletas y va a casa, a dormir, a tomar un buen vino y conversar con el aire, con la mesa y con sus paredes. Con sus verdaderos confesores.  Y en esa escena de silencio, soledad y paz se vuelve a encontrar. Y se pone de pie, pensando en el león, en el tornado y en la tortuga. Sonríe. Y baila, Y lo hará hasta el amanecer, y no parará de moverse, de sentir el mundo, de sentirse, de saberse uno más, pero no uno más, él es un cualquiera distinto. Porque hasta állí, en lo común, existe lo extraordinario, y él lo sabe... Y por eso sigue bailando.


miércoles, 19 de mayo de 2010

Konigsberg

Y cuando al día siguiente todos pensaban encontrar escombros, muerte y desolación, hubo una casa que resistió la destrucción. Intacta, como si nada.

La madre salió a regar las flores, que seguían brillantes; el niño salió a pasear en bicicleta, recién lavada; el esposo recogió el periódico en la puerta y sonrió con una de las noticias; hasta el perro movía la cola.

La madre regaba tarareando una canción, no miraba otro lugar que no fuera su jardín, a pesar de que a unos dos metros habían restos de las casas del costado, de personas, de la vida. El niño paseaba por las calles sin percatarse que estaba esquivando, en la pista, varias puertas y ventanas, sofás, cajones y demás muebles de todo el pueblo destruido. El señor leía la noticia más pequeña de la primera plana, nada le importaba el titular TERREMOTO.


No se puede creer tanta frescura, no sólo irrita... indigna. ¿Realmente las luces de colores iluminan? ¿Realmente un hechizo es sólo sugestivo? O puede ser... (quién sabe) que la sábana blanca estaba tan percudida que así lograba esconder sus manchas, tan sutiles, tan hirientes.

Y así, al día siguiente de una desgracia, pareciera que existen algunas almas despiadadas, distraídas, incapaces, amorales, frías, manipuladoras, tontas, cuadriculadas, limitadas... que hacen como si nada hubiera ocurrido. Total, nunca les importó. O, al menos, les es indiferente.


martes, 18 de mayo de 2010

Trinchera del miedo

¿Y ahora? ¿Qué más tiene que pasar para que el gato aprenda la lección?
Tal vez una distancia más alta, o mejor, una dinamita en los ojos. Aunque aún así, le quedarían 6 vidas.
Y en la trinchera, los soldados se cuidan entre ellos, miran a todos lados, algunos más alertas que otros pero siempre cuidándose la espalda. De pronto llega el ataque, inminente, imponente, agresivo y desgarrador.
Resiste valiente, como el gato, como el soldado, resiste valiente, resiste idiota.

Ha pasado el huracán, pero sigues con vida. Maldita rata de alcantarilla, ¡púdrete de una buena vez! La derrota muchas veces es necesaria, pero la humillación no. El acta ya está lista, pon la firma, mueve el puño, no te cuesta nada. ¿O sí? Ya llegaron los mensajeros del infierno, están aquí, allí, allá; están en todos lados, esperando sentados en sillas de mármol tu acto de honra. Porque hasta ellos saben que la tienes.

Es la religión del insecto, sobrevivir a como de lugar, a pesar de que nadie le haga caso, a pesar de que quien lo vea simplemente lo ignora. ¡Huye! Porque, paradójicamente, ahora eres tú quien debe correr. El escape no es de victoria, pero sí de necesidad. Nuevas manchas en la cara y una copa de martini, suficientes como para endulzar la mente. No olvides la pistola para el que late (sólo si molesta de noche)



Al final de la jornada la trinchera se mantiene, pero no intacta, pero no destruida. ¿Le quedará algo de fuerza? Todo el día atacó, aplicó la estrategia y derribó a miles. Sin embargo, se desgastó, está vieja, como el ropero de la esquina de la sala, empolvado y sin manijas en los cajones. El gato las rasguñó, o se las comió. ¿Qué más da?

Solo queda esperar que vuelva a amanecer, abrocharse bien la camisa, cargar las balas y ponerse el casco. Sólo queda despertar en un tejado, con los bigotes atascados, planeando un nuevo salto hacia la eternidad, un nuevo movimiento de agilidad que desafíe a quien sea. Porque todavía tienes 7 vidas. Luego, observar los primeros rayos de sol que llegan al rostro y cantar el himno de la derrota, la oda a la mediocridad, los versos de la conformidad, del miedo y del temor de descubrir la vida misma:

"Mañana será un nuevo día"

domingo, 16 de mayo de 2010

Chispas, locos, chispas

El loco va por la calle, en medio de la neblina y del frío, con los anteojos rasgados de gotas de garúa leve pero directa, lo suficiente como para empañar cualquier alma, cualquier ser.

Preguntándose sobre sí, y a veces sobre no, el loco mira al suelo y en la vereda observa su vida entera: retazos de papeles, suciedad, un cigarro a medias, huellas de pisadas anteriores, inscripciones en el cemento que alguna vez fue fresco, y alguna otra que otra cosa que le sorprende sobremanera.

De pronto un auto se cruza en su camino, en la propia vereda. Es un auto que está saliendo de una casa, el portón se abrió, va en retroceso y muy lentamente. El loco se queda inmóvil, pensando en la maldita coincidencia de tiempos para que le estorben el camino; se mira en el reflejo de las ventanas del auto. Eres horripilante...  y ya sabe lo que debe hacer: Caminar rápido y pasar al auto por la culata (pegándose más hacia la pista), o caminar lento y pasar al auto por el frontis (pegándose más hacia la propia casa). Toda su vida ha sido eso. Piensa. Toda su vida ha sido negra o blanca.  Pero el loco se da cuenta de algo, ha brotado una curiosidad que todavía se esconde como los duendes detrás del tronco del árbol que custodian, asoma ligeramente y al verse a sí mismo reflejado, se esconde.



"He encontrado una tercera opción", Sí sí, has encontrado una. ¿En serio crees eso? Lo que pasa es que es así, o negro o blanco. Pero nunca gris, Plomo, manchado pero no tanto.  Extremos, hasta hoy. Y hoy es el día en que el color del cielo se plasma en sus labios, hoy es el día que el azar eligió para que el loco se vuelva cuerdo, al menos por un instante, un chispazo de cordura. Hoy es el día en que el sabor de la humedad se impregnó en su mente, y le aprieta.
Claro que hay una tercera opción: Quédate ahí.

El auto salió en retroceso, ya está en la pista, gira y emprende su marcha. Y el loco sigue detenido en la vereda. ¿Se trata de no hacer nada? El auto que le impidió el paso ya se fue, tiene nuevamente el paso libre. Esperar un poco más hizo que el loco entienda que hay una tercera posibilidad, que por más que no le guste y la odie puede funcionar. ¿Y qué tal si sólo dejas que lo que aparece desaparezca? Nada más, ni nada menos. ¡Mago, alquimista vende humos! ¿Resistirás?

Porque al final, el loco se va a olvidar de su nuevo descubrimiento, y hasta está tan acostumbrado a decidir por lo mismo de siempre, que la nube llena de marshmellows -sonriente y positiva- pasará por su cabeza escupiéndole, burlándose. Y él, ni cuenta se dará.
Entonces la próxima vez que un auto salga de un garage y le impida seguir caminando en la vereda, el loco correrá por la culata, o caminará lento por el frontis. Tal vez vuelva a olvidarse de esta efímera y eterna tercera opción, total, fue sólo un chispazo de cordura, nada más.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Muerto, ahora sí
El guerrero no resucitó
La piedra le ganó  a la espalda
El caramelo entró a su envoltura
El colibrí dejó de aletear
La cerradura se tapó
La espera terminó
La intranquilidad es tranquila
El dilema está resuelto
La felicidad se esconde.

martes, 11 de mayo de 2010

Y el colibrí no deja de aletear, cuántas veces por segundo, ¡cuántas!. Se mueve, viaja, flota, va, regresa, se dispersa, picotea, escapa, persigue, trata.
Al frente, tirado al pie de un árbol, el león apenas mueve una pestaña.

domingo, 9 de mayo de 2010

Un misil de pensamientos

Y ya, el toro incrustó los cuernos, sangre, vida, tierra. Pero no siente nada
El taladro destruyendo todo a su  paso, hasta las membranas más sensibles. Pero no siente nada.
La aguja penetra lentamente en el poro, se encrispa la piel... y sonríe. Pero no siente nada
Fiebre de carrusel, intensidad en el abdómen, hincones. Pero no siente nada.

¿Algún día, algún miserable día, alguna vez sentirá algo?

Un elefante le cayó encima, y desde el quinto piso. Pero no le duele.
La herida se ha infectado, al rojo vivo. Se muestra intensamente. Pero no le arde.
El fantasma pasa a su lado, desorden en el cuarto y en la azotea. Pero no teme.
Ansiedad, sed, desquisio, incredulidad, tensión. Pero no sabe lo que es (no tiene idea).

¿Y si hablas ahora mismo? .... ¡Ni una sola palabra!.



Un velero, las pistas, la noche, los autos, la sed, la duda, las manos, el cabello, castaño, castaño, luces de colores, a blanco y negro, un vaso vacío, luego lleno, luego menos lleno. La chalina estorba, las zapatillas pesan, de nuevo la oscuridad, respiración que humedece, éxtasis, trsiteza, molestia, miradas de contradicción, un misil de pensamientos bombardean, destruyen... un misil de pensamientos. Sólo eso, maldita sea, sólo eso. Explosión de lágrimas, un mar de dulzura y de odio, de ganas taponeadas, de gritos mudos, de gritos debajo de la tierra.



sábado, 8 de mayo de 2010

Intentos, dudas, caramelos sin envoltura ¿Será que se empezó a cocinar el pastel?. No se trata de recetas, sino de caricias. No es que exista un método perfecto, es que quienes lo intentan nunca saben cómo fulminar al enemigo. El destino no viene envuelto en papel de regalo, uno debe evitar bañarse en aguas muy saladas y navegar, mirando hacia el sol, soportando el viento y la brisa en el rostro. La batalla se ha vuelto una guerra, el tiempo demuestra nuevamente que las estatuas pueden convertirse en humanos, que la nieve puede ser negra y que una sonrisa puede esconder el mejor de los odios.



Y ahora el mundo, tan indiferente, ya ni observa el cataclismo, ya no le interesa. Mandó truenos, y nadie le hizo caso; mando lluvias, y el niño se dejó mojar por el agua; mandó terremotos, y todos danzaron en rondas. ¡En rondas! En rondas que se corrompían por el alcohol, la luna y el calor; o por los impulsos. Instinto agresivo, casi animal. No se puede ocultar a Hyde por más Jekyll que creas que eres. No se puede, ni se podrá, ni  se pudo... así se inventen mil y un técnicas. 

Los lentes oscuros cubren la marea, el brazalete se oxida pero no se nota por las chompas con mangas hasta las uñas , las medias apenas disimulan los retazos de cartón coloreados de lágrimas, respiración y suspiros.
Sensaciones de hielo y de fuego, pasiones agridulces, intentos, dudas... caramelos sin envoltura.

domingo, 2 de mayo de 2010

Espera

Esperar. ¿Esperar qué? ¿Para qué? Los zapatos se hundieron en el fango, y allí estaban: sucios, tristes y mirando por encima de todas las cabezas si es que aparecía la señal que tanto añora y que no hay.
Las ojeras se han vuelto más negras de tanto sostener los ojos reabiertos en la madrugada, la intriga petrifica el cuerpo como si tuviera cemento en la base, para que no pueda moverse.


Y las horas pasan, y las horas pasan, y nunca pasará nada, a pesar de saberlo, de sentirlo, de intuirlo. Nunca. ¿Será por eso que envejecemos más rápido? Es decir, la espera se convierte en la labor de un vendedor de la estación de tren, o la de las maids de un hotel, o del lavandero de platos del restaurante. Todo es circular. Lavar para ensuciarse, desordenar para ser ordenado, vender para volver a preparar un nuevo producto a venderse mañana. Al final, no queda nada, solamente la ráfaga de tiempo, el trueno casi efímero de que alguna vez existió la certeza. Lo demás es espera, intriga, preguntas, inquietud, desesperanza.



Y la lluvia está cayendo, moja todo lo que toca, aunque no todos están húmedos. Algunos no perciben las gotas y no se sienten atacados por aquellas lágrimas sagradas. Torpes. Porque, como el camaleón, quieren pasar desapercibidos, cuando en el fondo se están quemando y se sienten lo más ridículo del mundo. Y mojados.

Espera que pronto vendrá, que aparecerá la nube dorada, al menos para volver a burlarse, al menos para volver a reirse de tí... pero aparecerá. Y la espera tendrá sentido, pero eso sí, no olvides que se irá, fugitiva, huyendo de la gloria esquiva, corriéndose del éxito, regufiándose en el fracaso, en la decadencia, a la cual está tan acostumbrada tontamente. Esa nube se irá, y la espera- tan efímera como estúpida- será nada nuevamente... Y volverán a ensuciarse los platos, a desordenarse los cuartos, y a venderse los últimos productos en la estación.

sábado, 1 de mayo de 2010

En la oscuridad y con alcohol,  sólo así sale el fantasma. ¿Saldrá cuando sea de día?