domingo, 23 de mayo de 2010

Y si...

¿Y si ves al tornado sólo como un viento fuerte?
De pronto la noche se aclara, la luna es un foco. ¡Un foco!
Tal vez el lobo no era tan feroz,
Aunque acepto que la tortuga se me escapó por entre las piernas.

Odiseo demoró diez años, pero llegó. Todos vuelven, dice la canción.
Y no es que el mar sea tan bravo, es que simplemente a veces uno no sabe cómo nadar.
Y si te caíste en el fango, fue por descuidado y no porque no sabías el camino.

Un muñeco de cartón fue vendido como si fuera de porcelana, pero igual es un adorno.
Y la torre que tantas veces vimos recta, hoy parece un arcoiris de metal, doblada, desvirtuada.
La tuerca empezó a desajustarse. ¡Bastaba un buen plomero! Faltaba la técnica sutil.
El concierto está en su clímax, pero nadie toca nada.

Y otra vez, el movimiento hace lo demás: El tiempo y el espacio, siempre inquietos y apurados, siempre.

La verdad es que el vendedor, tarde o temprano,  se aburre y se va, toma sus galletas y va a casa, a dormir, a tomar un buen vino y conversar con el aire, con la mesa y con sus paredes. Con sus verdaderos confesores.  Y en esa escena de silencio, soledad y paz se vuelve a encontrar. Y se pone de pie, pensando en el león, en el tornado y en la tortuga. Sonríe. Y baila, Y lo hará hasta el amanecer, y no parará de moverse, de sentir el mundo, de sentirse, de saberse uno más, pero no uno más, él es un cualquiera distinto. Porque hasta állí, en lo común, existe lo extraordinario, y él lo sabe... Y por eso sigue bailando.


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