miércoles, 19 de mayo de 2010

Konigsberg

Y cuando al día siguiente todos pensaban encontrar escombros, muerte y desolación, hubo una casa que resistió la destrucción. Intacta, como si nada.

La madre salió a regar las flores, que seguían brillantes; el niño salió a pasear en bicicleta, recién lavada; el esposo recogió el periódico en la puerta y sonrió con una de las noticias; hasta el perro movía la cola.

La madre regaba tarareando una canción, no miraba otro lugar que no fuera su jardín, a pesar de que a unos dos metros habían restos de las casas del costado, de personas, de la vida. El niño paseaba por las calles sin percatarse que estaba esquivando, en la pista, varias puertas y ventanas, sofás, cajones y demás muebles de todo el pueblo destruido. El señor leía la noticia más pequeña de la primera plana, nada le importaba el titular TERREMOTO.


No se puede creer tanta frescura, no sólo irrita... indigna. ¿Realmente las luces de colores iluminan? ¿Realmente un hechizo es sólo sugestivo? O puede ser... (quién sabe) que la sábana blanca estaba tan percudida que así lograba esconder sus manchas, tan sutiles, tan hirientes.

Y así, al día siguiente de una desgracia, pareciera que existen algunas almas despiadadas, distraídas, incapaces, amorales, frías, manipuladoras, tontas, cuadriculadas, limitadas... que hacen como si nada hubiera ocurrido. Total, nunca les importó. O, al menos, les es indiferente.


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