martes, 27 de diciembre de 2011

Migajas

Ya ni siquiera el destino, ya ni siquiera el final, ya ni siquiera el espacio, nada le hará cambiar.
Migajas,ya ni siquiera un pan.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Al lado del camino

Sentado, con las piernas cruzadas y el brazo y la mano extendidos. Así pide limosna. Inclina la cabeza y trata de mirar al cielo, pero el sol no le deja, le impide.

Siempre a un lado, mientras todos pasan, mientras todo pasa. Y la sensación de ser nada es ya una costumbre, la huella de ser ignorado lo envuelve, lo vuelve maduro y sólido, como el cayo de uno de sus pies.

Ha perdido la confianza en sí mismo, ya no quiere recordar cómo se suma, menos cómo se resta. Sentado, al lado del camino, observa cómo se rompen los cristales de la buena intención, se resiente y empieza a fabricar rencor, que servirá en pequeños vasos dorados, combinado de la incansable necedad del ser humano de no aceptar jamás sus culpas. Más aún: de justificarlas ciegamente tratando de ocultar el sol anteponiendo los ojos y un enjuague de belleza tan falso y patético que genera indignación.

jueves, 20 de octubre de 2011

Ismos...

-Mándate con una de las tuyas, ponte el sombrero de puntas de colores. Píntate la cara de otro color que no sea el rojo y exclama. Me gusta, me complace ¡Hazlo, hazlo!
-¿Qué me das a cambio?
-Déjame ver qué tienes
-Convenido
-Me conoces desde siempre
-Cierto...
-¡Hazlo!
-Lo haré, por ti y por mi, pero más por ti que por mí:

"Soy el daño, las esquirlas de una mina de guerra recién pisada por un incauto soldado.
Soy desgano, la pestaña pegajosa de un lunes por la mañana
Soy tiniebla, la sórdida mancha blanca de neurosis
Soy pasión, el fuego intenso de una fogata en medio del monte
Soy desierto, árido y cada vez con menos cactus
Soy asfixia, cinco dados atrapados en un vaso

Soy ingenuo, cuido lo que tengo
Soy malévolo, protego lo que tengo
Soy amor, indiferencia y soberbia ante quien me busca
Soy malicia, cuidado y afecto a quien me encuentra
Soy más, soy menos. Aunque más menos que más"

domingo, 9 de octubre de 2011

Muñecas

Cómo le gustaría que sea normal. Que en las vitrinas se exhiban las muñecas que han fabricado con tanto esfuerzo, que la gente pase y se alegre, que quiera comprarlas. Cómo le gustaría que sea distinto, que al interior haya orden, las escobas barriendo y no escondiendo bajo la alfombra, que las esquinas no tengan telarañas, que detrás del velador no haya ni una sola pelusa, ni una.

Cómo le gustaría que sea normal. Pero ¿Qué es normal? ¿Es tan sólo lo que debe ser? ¿Lo que hacen las demás tiendas? No, es mucho más que eso, es la alegría de fabricar -ex nihil- las más lindas y adorables muñecas que jamás hayan existido, con pecas y rulos rojos, con sonrisas de fresa y flexibles como un algodón pintado de buena vibra y sobras de afecto. No es que las otras tiendas no lo hagan, es que aquí nunca se hizo. Y ante la injusticia de la razón escrupulosa sólo queda preguntar al azar por la añoranza que siempre está y nunca se dignará en pisar suelos ajenos a los de su granja, tan lejana y custodiada.




Y así, el viejo anciano despierta de su embrujo, despierta de su ilusión, de mirar al vacío; al girar la cabeza y observar su tienda, observa su vitrina, se toca el rostro con la mano hasta apoyarse en su quijada.  Solamente muñecas antiguas, muñecas que alguna vez fueron moda, pero que ya no tendrían por qué estar ahí. Juguetes extraños, de mala calidad y cada vez a un precio más bajo por la obviedad de ser innecesarios. Lo gracioso es que la vitrina sigue llenándose de otros objetos. Así, aparecen trenes y ruedas, sombreros y discos. ¿Alguna vez colocarán una muñeca de verdad? ¿Esas que se fabrican con pureza, esas hermosas niñas acarameladas que tanto alegran a los visitantes de otras tiendas?¿Alguna vez estarán en la vitrina? Y no una; mejor cientos, o miles, o lo que la infinitud del afecto muestre.

miércoles, 5 de octubre de 2011

Para no olvidar

El recuerdo de la piel, el sabor.
La lectura póstuma de un hecho anunciado por nadie
¿Quién diría que así terminan los héroes?
La cárcel puede ser tan placentera a veces
Sin los barrotes, no sería lo mismo.

Y ahí va, con cautela,
arrastrándose
...como un dragón herido
con el dolor de siempre encima
pero feliz por su revancha

Dedicado a R.


miércoles, 24 de agosto de 2011

Harto

de comprar paraguas y seguir mojándose
de calmar al mar y naufragar
de regalar el alma y sentirse estafado
de respirar y asfixiarse

sábado, 13 de agosto de 2011

Ardor

Sólo queda respirar. A veces meter la cabeza bajo el agua puede ser más relajante que respirar la miasma que las situaciones nos arrojan. Y una vez más, el castillo se incendia. No importa qué tanto se ornamente, no importa qué tanto quede limpio. Basta una ligera chispa, mínima, ínfima como la décima parte de una gota de lluvia, sólo hace falta eso para que el fuego brote. Y el ardor. No el de Ada, ni el de alguien; el ardor de un alma que a veces quiere descansar de las bombardas, pero no puede. Ni podrá.

martes, 9 de agosto de 2011

Voces

Cuando peleas con el aire
Cuano te enfrentas a un fantasma
Cuando lanzas puñetazos a la nada
Cuando lees y extrañas
Cuando das vueltas en la cama
Cuando cierras los ojos y ves mejor aún
Cuando te calmas con el estómago hirviente
Cuando te carcomen las historias
Cuando caes y hay vértigo
Cuando saltas al vacío y te chocas con el suelo
Cuando escupes y te manchas
Cuando maldices y te sonrojas
Cuando sudas y estás seco
Cuando  sientes

domingo, 31 de julio de 2011

La sabiduría a veces está en manos de un niño, quien sin saberlo la manipula, la dobla y la estira como a un pedazo de papel. Y es que la diferencia entre las almas está en el trato. Una máxima debería estar escrita en la frente de cada mortal decente y día tras día recordarlo y ejecutarlo. Y es que pareciera tonto e iluso tratar como prioridad a aquellos que te ven como una opción. Let's see...

viernes, 29 de julio de 2011

Trapecista

Fuego naranja, peor que lava, más caliente que la furia de un alma vengativa. Y con todas sus letras.
Es un máquina que avanza dando vueltas, triturando todo lo que llega, lo que ve, lo que siente. 
¿Podrá el trapecista resistir? Las manos le pesan, tiemblan, pero se mantiene firme. El puño logra cerrarse. Augurio positivo, aunque no definitivo. 

¿Qué hacer cuando en pleno acto le llegan a la mente las ráfagas de destrucción y de impotencia? Y miles de personas lo están mirando, y lo sabe. Ha decidido que la función debe continuar, no puede defraudar, no debe defraudarse. 


No va a aguantar, piensa. Que se suelte, que se caiga directo al precipicio, directo al piso, helado y extremadamente sólido. Que suenen sus huesos, que haya un crujido y desaparezca su último aliento. !Es lo que siempre quisiste!
¿Pero acaso está planeando algo? Cobarde y absurdo, el suicidio siempre es voluntario, y lo sabe. Aunque antes debería romper algunos otros huesos, de almas desprovistas de sinceridad y del más mínimo respeto ante el dolor. Es menester que quien sale de casa en lluvia, tenga que mojarse.

Y vuelve a sujetarse, con más fuerza, y la máquina sigue triturando la boca del estómago. Dragón de carpa.
Hora del salto mortal, directo al éxito o directo a la nada. Nada de donde llegaste, de donde siempre has sido hombre de ningún lugar, sin planes para nadie. 

domingo, 3 de julio de 2011

Calle

¿Y el mago? ¿Y las sonrisas?¿Dónde están las caricias del pincel en el lienzo? ¿Y los regalos que salían del sombrero? La alucinante y estática verdad de caminar por lugares muertos que hace un tiempo parecían ferias llenas de luz y maravilla. La paradoja de las calles, de sus muros vigilantes que han sido testigos de la vida, de la vida del mundo, de todas las personas que tantas veces pasaron en frente. Aquellas calles que nunca hicieron nada, que miraban atónitas a la cólera. al disgusto; que reían viendo a la avaricia, a la amistad, a la lujuria y a la traición; que dormían observando a la desdicha,  a la mentira, al infortunio y la deshonra. Aquellas calles que nunca hicieron nada.

Y una mano sale de los muros y detiene al colérico, le regala un florero lleno de rosas, que fue el adorno de la mesa de aquella cena preparada que nunca fue; y otra mano sale de los ladrillos y aguanta al traidor, le regala ese muñeco esculpido que alguna vez fue un regalo que nunca se entregó, y así el mundo empieza a tener sentido. Las calles se vuelven gente, dicen y hacen cosas para mejorar nuestra existencia.


Pero no, sólo un sueño perverso y tontamente esperanzador. Las calles seguirán iguales, y el humo del cigarrillo deslizándose encima del abrigo seguirá siendo el mismo. Y la indiferencia sale al ruedo sin ganas, como si la empujaran hacia el escenario para que empiece el show. Pero no le queda otra. Sabe que no debe extrañar, no a pesar del arcoiris, no debe olvidar el dolor que provocó la roca que le cayó encima. Y sólo las calles saben lo que significa levantarse y olfatear el pasado cercano que hace poco obsequiaba chispas y que ahora destila mugre.

martes, 28 de junio de 2011

Mendigos

Sin nada.
Sin nada en los brazos, caricias
Sin nada en los ojos, lágrimas
Sin nada en el alma, furia
Sin nada en la mente, fotos

¿Cómo entender la actitud del mendigo que todo el día pide una moneda para ser feliz? Y al pasar por su lado lo vemos como un bicho escuálido, digno de lástima, digno de no querer ser visto.  Alguna vez fue un grande, respetado y admirado por miles. Pero se descuidó, o lo descuidaron. Y la vida le atacó por la espalda. Duele, no sólo por el ataque; también recuerda lo que dejó antes. La impotencia de haber arriesgado para nada. O para algo: para sufrir, para despintarse de a pocos, para romperce en pedacitos de espejos que reflejan su sonrisa rota por las noches.


Y añora el norte hoy más que nunca. Se desgarra lentamente las pestañas, y quiere meterse a la máquina del tiempo que nunca inventó para aparecer en el lugar y momento adecuado con la actitud adecuada. Para estirar la mano y que le lluevan miles de monedas esta vez. Que de las ventanillas de los autos broten las láminas doradas que hagan brillar sus alicaídos ojos sucios y postrados hace tiempo.

Y así el mendigo sentirá, por fin, que algo tiene en los brazos. Y que los ojos se reabren dejando brotar nuevamente lágrimas dulces de alegría, dejando que la furia arriende las bestias que lleva por dentro, y calmarlas. Y que las fotos, tan desgraciadas, desaparezcan para siempre, para nunca más reapaerecer. O que se transformen en caricaturas sonrientes. Y que el mundo las vea y se sienta cómodo. Que el mundo prenda la televisión y se emocione con los bailes y los cánticos que observe, que tome champagne y unas aceitunas que le hagan hacer muecas de complicidad y satisfacción, que abra el gabinete que hace tanto tiempo dejó olvidado que, ahora, indómito parece esconderle sus llaves como esos duendes nocturnos que destruyen las vidas de aquellos inocentes e ingenuos confiados por cualquier estúpida razón.

¡Despierta!

sábado, 11 de junio de 2011

Despertar con el frío, la sensación (tantas veces mentada) de escalofrío. Clima gris, perfectísimo para que las lágrimas se guarden bien al fondo del tonel. La mancha se hace enorme; y a pesar de que ahí está el trapo raspando el suelo con todas sus fuerzas, será inútil. Sin embargo, de cuando en cuando se abre la ventana, y un ligero rayo de sol (nunca bienvenido) ingresa. ¿Por qué?

jueves, 9 de junio de 2011

Oscura procedencia
Sonrisa perfecta
Fresca
Luna llena

Es la inquietud del boulevard
La furia del tornado
La rebeldía de la hiena
Sombra del bien

Mujer noche,
triste cuando quiere
y como dice Héctor
bonita pero traidora
Mujer noche.

miércoles, 8 de junio de 2011

Danzan los lobos bajo la luna. Noche. Una fogata al centro que se enciende con cada aullido. ¡Qué perdida de tiempo! Si supieran los tontos que la fogata se apagará cuando quiera. No necesita la lluvia, ni sus estúpidos bailes, no necesita nada más que decidirlo.

¿Encajes? Es hasta risible. Un rompecabeza se arma siempre con paciencia y perfección, la sutileza y el cuidado acortan los minutos en ese aspecto. Eso sí, esto se cumple siempre y cuando no sean dos los que lo arman. Porque de ser así, mientras uno coloca, el otro lentamente va quitando la pieza de la esquina. Y cuando miras bien el esfuerzo que hiciste durante tanto tiempo, se convierte en la burla de siempre. Te engañaron. Y no tienes otra que aceptar. Y perdonar. Aunque pareciera irrelevante.

Gulliver viajó mucho hasta que llegó, para su mala suerte, a aquella tierra que le generó tantos problemas. Tal vez algún día entienda el significado de ese lugar. Tal vez no, y siga preguntándose a sí mismo qué fue lo que pasó. Y siga caminando hasta viejo, consternado y confundido, buscando la respuesta a una pregunta que ya habrá desaparecido. Tonto.

Esta noche no hay luz: ni la luna, ni el rompecabezas, ni Gulliver, ni nada. A bailar, es la única salida, que los zapatos quemen el piso, ahora mismo, que salga el polvo, que llegue el sudor, el cansancio, para así poder dormir y olvidar, al menos ficticiamente, todo el estruendo final de la tormenta. ¡Y qué tormenta!
Por ahora es el desenfreno, y la miseria del recuerdo maravilloso en épocas de decandencia.

sábado, 4 de junio de 2011

Son los ríos de la suciedad, de la moral mentirosa (peor aún que la mala moral), son los filamentos de la hipocresía y de los párpados tranquilos en las noches. Son las aguas del libertinaje innecesario, de las tablas de multiplicar que se combinan entre sí, son las líneas del fastidio y el tumulto sabatino. Saturado, inepto.

jueves, 26 de mayo de 2011

Pesadilla

La muerte ha llegado. Pero no tiene capucha ni manto negro, menos capucha. La guadaña parece que la olvidó, en todo caso el hincón se hizo con palabras.

Pero esta muerte no es la del soldado del cuento, ni la de los dibujos animados. Esta muerte es peor, es más infame, porque no mata, deja agonizando. Lo cual, realmente, produce un laberinto tan estrecho y difícil de cruzar como destructivo y reluciente. ¿Y ahora qué hará el ingenuo grillo que se pasó todas las noches rozando las patas para que el silencio no gane la contienda?

Llegaron, en una caja negra, tres semanas tarde pero llegaron. Las facturas color rosa son, ahora, verdes como el color de su alma, cada vez más podrida y revuelta en sí misma.
Las imágenes le explotan, los golpes, las cicatrices, las caricias, las ansias, la sangre, la sed, los nudillos, la cabeza, los cabellos, la pared. La química del delirio y goce físico tan necesario como innecesario. Paradójicamente.

Y las luciérnagas que huelen mal fueron las causantes, y las semillas que adormecen también. Maldita sea la hora de la convivencia de ambas, tan amigas y cómplices en las más grandes felonías de mortales débiles que pierden la razón y no tienen sentimientos. De todas formas está hecho, la pesadilla se cumplió.

Su estigma es la abreviación del impetuoso, estúpido e inquieto litio; y guarda las piezas de un cuadro dividido en cuatro partes: La primera es el símbolo del creador del fuego, la segunda es sagrada como toda una legión de un sólo color, la tercera se muestra imponente y es guardiana de los protagonistas de las ferias de octubre, la última es la muestra concreta del grito de desesperación e incredulidad más grande que puede haber.

domingo, 22 de mayo de 2011

Blackbird

Y entonces, el pájaro negro viendo todo desde la sombra. Silente, cauteloso, apretando las alas y esperando el momento de llegar. Una señal de humo en su interior, interrumpida por sus pensamientos.
Y nuevamente se siente tímido, se esconde detrás de la almohada y debajo de la cama. No quiere que lo vean así, no otra vez.

Esta noche todo quieren bailar, menos él. Porque extraña, y le duele pensar que su jaula lo ha olvidado. Por ratos, el ahogado saca la cara fuera del agua y respira. Pero la mayor parte del tiempo está sumergido. Ni las brazadas ni patadas de desesperación podrán ayudarlo. Y su muerte lenta se prolonga haciéndole pagar por sus miserias, por su ser.


Pajarillo negro quiere estirar las alas y abrazar a su estrella contagiándole su buena fe. Pero no puede, no depende de él, primero tiene que llegar la noche. Tal vez.

A paso lento se cocina un banquete, el más delicioso e insípido, el más fino y manchado, el más inquieto y petrificado. Al final, eso sólo lo sabe el destino. Y si le das una pista? Una nada más, es que las ganas de dormir al lado de una ninfa son más fuertes que diez terremotos juntos. Una sonrisa en la mente, una caricia aprendida y conocida que transforma las pesadillas en dulces sueños.

Hasta dónde llegarás?
Resiste, cree, confía.

Esperanza necesaria y traicionera, le haces recordar mucho cuando encontró su jaula por primera vez, le haces recordar esas noches de dudas, caminos incorrectos, incertidumbres y preguntas. Le haces recordar que sobrevoló parques sin bancas, olas de fuego, ventanas, muros y todas esas cosas que hicieron tan increíble su historia, la historia del pajarillo negro y su jaula.

viernes, 6 de mayo de 2011

Sonatina

La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de oro,
está mudo el teclado de su clave sonoro,
y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor.

El jardín puebla el triunfo de los pavos reales.
Parlanchina, la dueña dice cosas banales,
y vestido de rojo piruetea el bufón.
La princesa no ríe, la princesa no siente;
la princesa persigue por el cielo de Oriente
la libélula vaga de una vaga ilusión.


¿Piensa, acaso, en el príncipe de Golconda o de China,
o en el que ha detenido su carroza argentina
para ver de sus ojos la dulzura de luz?
¿O en el rey de las islas de las rosas fragantes,
o en el que es soberano de los claros diamantes,
o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz?


 ¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa
quiere ser golondrina, qui
ere ser mariposa,
tener alas ligeras, bajo el cielo volar;
ir al sol por la escala luminosa de un rayo,
saludar a los lirios con los versos de mayo
o perderse en el viento sobre el trueno del mar.

—«Calla, calla, princesa —dice el hada madrina—;
en caballo, con alas, hacia acá se encamina,

en el cinto la espada y en la mano el azor,
el feliz caballero que te adora sin verte,
y que llega de lejos, vencedor de la Muerte,
a encenderte los labios con un beso de amor».


                                                        Ruben Darío

domingo, 10 de abril de 2011

Pirata

Desesperado hasta los huesos, inquieto, neurótico, psicótico y escrupoloso; el pirata mira desde el barco cómo se hunde el tesoro en el fondo del mar. Sí, el tesoro, el que estaba en la cajita de madera que tanto les costó encontrar. Y su pata de palo empieza a temblar, y le salpican gotas de sal en la frente, y quisiera sumergirse para recuperarlo.

¡Ay pirata! Te preocupaste más de tu tapón, el parche en la cara y la gorrita con la estúpida calavera te han distráido demasiado. ¿Y ahora? Nada que hacer, pudiste cuidarlo, pudiste guardarlo, pero preferiste dejarlo al lado de la proa. LLegó la ola y se lo llevó. Así es esto, cuando estás en el barco en cualquier momento puedes hundirte, y si no, al menos te asustas. Y de qué manera.

Dile adiós, a pesar de que te duela en el alma, el tesoro de tu vida, el botín que siempre anhelaste, el que nunca más podrás encontrar ni hurtar. Canalla, miserable, aguanta tu soberbis, tu egoísimo maquiavélico cede ante la realidad, que siempre cobra las facturas. Llora pues, hasta que se te pase. Si es que se te pasa.



Sin embargo, en las noches, el pirata se despierta ym desde su barco, mira al horizonte, al mar en calma, y piensa: "Lo voy a conseguir" Él sabe que esa historia es demasiado fuerte como para que un descuido la concluya. Y luchará, piensa; y lo hará con todas sus fuerzas, correrá con la pata de palo, pero avanzará.
De rato en rato recuerda que está solo, que le gustaría tener ayuda, pero ésta siempre está ausente, disfrutando de las esquirlas del final de una semana, relajándose siempre en la punta de la montaña. Creyendo que con un grito o enseñando una bandera, cubrirá lo que nunca ha podido.

Pirata, solo estás, como toda tu vida Pero no importa, tu tesoro te hará mover al mar, y lo sabes.

sábado, 2 de abril de 2011

El tristísimo murmullo del silencio. Ya ni siquiera algún grillo que se compadezca de la noche. ¿Y qué estará pasando en el océano? Es mejor ni imaginar. Ya para qué. Ya para qué.

miércoles, 30 de marzo de 2011

¿Hoy?

Murallas de ladrillo, de dulzura y de piel; no era el momento preciso, no era la hora adecuada, era el momento de tomar la tabla y correr la ola feliz. El náufrago tiene miedo de nuevo, ahora mira su balsa, aquella balsa rota que lo llevó tan lejos; ahora mira también, sus manos sumergidas en la arena húmeda que besa el mar a cada momento. Y teme. Y extraña. ¡Hoy no era el día estipulado donde la luna roja saldría! ¡Hoy la miseria debió descansar en su sarcófago! Hoy los duendes tenían que hacer la fiesta, y embriagarse con las gotas de sudor que les caerían con cada caricia impúdica, y bella, y hermosa.

Aparecen las murallas, cuando no son necesarias, cuando el viento es suave, cuando el mar duerme en paz. No deberían aparecer aquellos daimones justicieros, tontos y ciegos, que confunden la felicidad con el entorpecimiento de la autonomía, transformándola en soledad, en nada, en terquedad.

Al final el naúfrago, mirando hacia el vacío, empieza a construir su balsa nuevamente, se dá cuenta que allá afuera, el mundo no está como pensaba. Para nada.

domingo, 27 de febrero de 2011

Fluir

Al llegar a un cruce de avenidas todo parece cambiar. Cuatro esquinas, semáforos bailando en el cordel gracias al viento, polvo, basura en las paredes y un ligero y espumoso humo que brota de las alcantarillas impide la visión. A moverse, rápido. Salgamos de este lugar antes de que todo cambie. Mírate, luces tan confundido ¿Qué has perdido? Toda una vida, infame, con sus risas, excesos y tristezas. Sobre todo molestas tristezas. Los pequeños músculos que configuran tu rostro te vuelven viejo, áspero, como el grass sintético de caucho que raspa y deja heridas a cada instante. Ya la noche no es suficiente para ocultar los gritos, ya la almohada tiene un hueco del tamaño de la incertidumbre -siempre escurridiza y frágil.

Y buscaste un refugio en el lugar incorrecto ¿acaso te sentiste mejor? Te botaron a patadas de esa puerta, nunca te dieron de comer, ni te taparon con una manta, una vez más fuiste un bulto no deseado. Pareces un cachorro sin experiencia, con razón llegaste herido, con cicatrices y quemaduras, tuviste tu merecido.

Con la muerte no se juega, a la muerte no se le reta jamás. La muerte está tan segura de ganarte que te dá una vida de ventaja. Y si sabes observar con todo el cuerpo te darás cuenta que es más fácil, que la calidez no se reemplaza por meras alquimias baratas, que la simpatía del gusto brota natural siempre que abras las puertas, que quites los candados y saltes hacia el mar. Despacio, disfrutando la caída, mordiendo el cielo hasta apretarlo y cogerlo en tu mandíbula. Silencio.



Te ganaste a ti mismo otra vez, no pudiste, una mente mansa y suspicaz, apacible y tranquila, quieta y serena. Aquí todos saben que tu circo es un manicomio, y tus actores son retazos de mentes que algunas vez brillaron. Fracasados aglomerados bajo una carpa llena de agujeros por donde la lluvia entra cuantas veces quiere. Así que no te quejes, todavía falta reparar, todavía. Pero lo bueno es que al menos ya estás trabajando en ello. Con tu escalera, con tu actitud, con tus uñas llenas de sangre y el sofocón del aliento encendido cada vez que sientes la ausencia, cada vez que escuchas timbres sin responder, cada vez que recuerdas tu naturaleza obtusa y generosa.

jueves, 3 de febrero de 2011

Inútil

Bien plantado, hongo cabeza verde, alma de alambre. Inútilmente espera algo que sabe que no pasará. Esta noche no vendrán a regarlo.
Y el hongo, destartalado en su necedad, no quiere ni pensar por qué. Acaso se olvidan de él? o simplemente prefieren hacer otras cosas. Porque a pesar de la sequía siempre hay otras cosas. Pero está bien, no importa. Parece la seguridad descarada de aquel que sabe que el hongo nunca se moverá de donde está. En cierta forma es verdad, no lo hará. Hongo tonto sin pies ni manos, pero dos ojos grandes por donde las lágrimas lo dejan cada vez más seco, a la espera de esa ayuda que nunca llegó ni llegará. Porque así es, porque la felicidad es cuestión de segundos mágicos que él no puede percibir. No como otros, al menos.

Y empieza la cuenta regresiva. Empieza a funcionar el motor. Honguito quiere desenterrarse, pero sigue sufriendo. Hasta por poco y lo pisan. Felizmente hay gente que sí sabe ver lo que tiene al frente. La ironía de las caricias del viento. Por poco. Es que la noche no es su favorita, para nada, para nada, pero así es.



Hongo terco, no se siente más que nadie, pero sí menos que todos. Al menos algunas veces. Desearía viajar a la luna y estancarse, hundirse en esas tierras extrañas y poder respirar otros aires. Muera o no, es su ilusión.
Prende un cigarro con la mirada llena de fuego, pero no puede sostenerlo, sólo puede ver cómo se va gastando mientras el humo sube y le ensucia más la cabeza.

Al fondo se escuchan risas, música, alegría, golpecitos de dicha que le enferman aún más, ahora es cuando debe dormir, ahora es cuando debe olvidar, cerrar los ojos inyectados y simplemente esperar, que todo pase, y que pase el rey, con su corona llena de perlas y sus manos tan limpias y envidiables. 

Relajo hongo, haces lo que puedes, habías preparado todo para una noche genial, lo sabes, el mundo y las velas también. Pero ni vuelta que darle, los hechos son hechos cuando se concretizan, no cuando los planeas milimétricamente sin que puedan resultar, sin que nadie se entere, sin que alguien los vea. Porque faltó la alarma, faltó el momento en que los otros hongos se enteren y sonrían contigo. Así que vuelve a tu solitaria realidad, nadie se enteró, es como si no hubieras hecho nada. Punto final.

Larga vida a aquellos que no esperan nada. Tormenta de hierro a quienes organizan festines y al final no asiste ni un solo invitado.

lunes, 31 de enero de 2011

Siempre lo mismo

El circo de la cabra y el payaso, o el bufón, o el idiota. Igual, todos estos nombres encajan en sus bolsillos.
Y mira la luna completamente solo. Se queda horas, pasa la gente y lo empuja, pero él ni cuenta.
A la hora de la cena no quiere comer, lleva tiempo así ¿Acaso esperará algo? Posiblemente.

Y los párpados pesan, las palancas que engranan la polea no parecen más ya de fierro, a duras penas se mantienen. Por ello quiere cerrar los ojos, debe hacerlo, siente que es necesario. Y en la oscuridad de los párpados consigue ver la muerte, el otro espacio infinito, el que se muestra al cerrar los ojos, al desaparecer del mundo físico pero aún conciente.

La cabra, traviesa y rebelde, ya hizo un desarreglo, y va por el siguiente. Así siempre ha sido en su cabra vida.  A veces cree que moviendo la cola es suficiente, pero no tiene idea de los daños que ha causado. Cuánto dinero gastará aquel señor en arreglar su jardín, o aquel otro en construir de nuevo su puerta.

Tambíén mira la luna, pero la usa como espejo, como reflejo de su integridad tan profunda e inquebrantable que no admite, siquiera, que la toquen mientras lo hace. Enfurece rápido, y la miran. Y se burlan de ella mientras enseña los dientes afilados parada en medio de la noche con el vestido escapándose de su cuerpo gracias al viento.



Parece que ya no alcanza, el tren avanza más rápido, y sus pasos son cada vez más lentos. Es difícil levantar la carpa, es difícil guardarla en la vieja caja de madera. Hasta se extravió el candado.
El circo ya no quiere moverse, o no debe hacerlo. Está feliz en donde está, la tierra lo absorbe, los árboles sonríen con él. Baila, baila la carpa con sus cuerdas y sus clavos viejos y oxidados. Las graderías se mueven al ritmo de la estupidez y la insípida seguridad de estar en medio de la nada.

En la última función hubo, por fin, una persona en la tribuna. Fue mágico, el inicio del éxito. Se scuchaban las campanas mientras la cabra, en dos patas, daba vuelta al ruedo siendo aplaudida por el payasín, cada vez más alegre.  Lástima que a mitad de la madrugada volvió a ocurrir lo de siempre, el invitado se fue. Se paró y dejó a todos helados y repitiendo el estribillo penoso de hace buen tiempo "siempre lo mismo".












jueves, 27 de enero de 2011

Ya!

¿Por qué? Ataca con todas sus fuerzas, la espada guapa, erguida, ensangrentada. Ataca con furia, utiliza las mejores técnicas, pero el aire es imposible. ¿Cómo derrotar a lo que no existe? Y la capa levanta la arena, y la arena llega a los ojos. Y no puede ver, no quiere.

Más tarde se ahoga, tampoco se puede contra el mar. Sensaciones de máxima impotencia y desdicha. Ciego. Se ha quedado ciego a propósito para no ver todo lo que se avecina, para no sufrir antes de tiempo, para olfatear e intuir, lo cual puede ser mucho peor algunas veces.

Sequías de aliento, asfixia y descarada incotinencia. Cava el hoyo y olvida el sol, cuando al final el trabajo esté hecho, no se sienta a descansar porque es hora de cavar otro. Cosmovisiones púrpuras y suspicases, a talar los sentimientos y volver desierto el bosque, será mejor así.

Una explosión que reventó hace tiempo y que sigue y seguirá, nunca el fuego estuvo tan frío, tan seco, tan turbio y necio. Que se vaya, no importa si es por la ventana o por la puerta posterior, que tome sus cosas, cuente los billetes y se acomode bien la corbata. Pero que se vaya ya!