jueves, 16 de diciembre de 2010

Depende del trabajo

Salió de la casita, dejó su única ventana, esa por donde siempre entraba el sol. Se mudó al costado. Se marchó decidida creyendo ser distinta, creyendo haber cambiado. Fortaleza que aumenta, pero disminuye. Depende del trabajo.

Ropa sucia. Con manchas, con restos, con huellas. Juegos. Lavar la ropa nunca fue tan divertido. Y los viajes entre burbujas y espuma, entre mugre y aridez, se vuelven más comunes, más cargados de inmundicia, de peso, de trabajo.

Pobre la señora y las montañas de ropa que debe lavar. Pobre lavandera que empezó confiada y termina exhausta esperando que no amanezca para no enfrentarse a nada, para ser libre de una buena vez. Tiene un moño rojo en la cabeza que cada día se despinta más. Pero nunca comprará otro.

Algunas veces se sienta a descansar, el agua del caño cae con fuerza sobre los miles de kilos de telas que habrá que limpiar ¿Podrá? Un aumento jefa. No sería malo, una foto como la empleada del mes, una cena digna de alguien que trabaja arduo a diario. Nada. Nunca será nada. No existe el reconocimiento. 

Pobre la señora y las montañas de ropa que debe lavar. Aceptó el empleo, ojalá que no hayan más kilos que agregar. Con lo que tiene, basta.



A veces mira la ventana de al lado,  y añora regresar.


sábado, 27 de noviembre de 2010

¿Existe? Para el mundo no. Para el mundo otras especies sí, siguen existiendo. ¿Será justo? 
Es el problema de ser una nueva especie. ¿Será justo? A pedirle permiso al enojo entonces. ¿Será justo? O que cuenten a todas, o a nadie. Sin preferencias debería ser mejor ¿Será justo?

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Sí que lo es

En el recreo salen todos disparados. Energía que irradia chispas de luz. Pero ninguna como la de aquella niña hermosa que sobresale en el montón. Su sonrisa inigualable, sus cabellos brillantes tan dóciles como sus ojos. Y esas tiernas mejillas que parecen petalitos lloviendo del balcón donde tantas veces sube a mirar el paisaje. Belleza linda, sí que lo es, belleza de inocencia y  de audacia, de impulsos y caricias: belleza natural.

Al lado, mientras juegan, todos la miran de reojo, ellos  mueren por ella, y ellas mueren de envidia. Está bien, la envidia sirve un poco. Tienen una meta que lograr aunque difícilmente puedan alcanzarla. La niña hermosa sigue allí, tan simple y perfecta, comiendo unas gomitas, hablando con el aire, surtiéndose en el mundo

domingo, 21 de noviembre de 2010

Farsa

Entre muros hay pintas. Decoraciones de felicidad que incentivan a todos los que pasan y miran. Colores, formas y trazos elegantes con corbata y solapín. Es hermoso, pero si vieran lo que hay detrás...
Es increíble darse cuenta cómo las fachadas pueden esconder hasta los peores signos de decadencia.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Minino

Leoncito que escapaste de la jaula. Tu reinado es una risa.
Camina completamente solo, moviendo la cola, mirando al sol con un ojo, el otro le pesa mucho. Así es siempre, todo le pesa mucho.
¡Cuidado fiera! Aquí en la carretera no eres nadie, eres poco más que un bulto brillante. Ya no das miedo, ya no  impones respeto, ni autoridad, ni admiración. Minino.

¿Qué se siente? Inseguridad en la melena, nunca tan incapaz. Y reniega cuando un camión pasa a toda velocidad  y-no-le-que-da más remedio que hacerse a un lado, sentir el viento como un golpe en el rostro y dejar que el bólido lo vuelva a avergonzar. Minino.




Ni siquiera hay huellas, tampoco nadie que diga "Allá va el rey". El rey de una burbuja de barrotes rota. ¡Él mismo la rompió! Abrió el hocico, la mandíbula y los dientes hicieron el resto, faena espléndida. Pero miren cómo termina aquel que irrumpe a mundos que no le pertenecen. Minino.

lunes, 15 de noviembre de 2010

maestro y aprendiz

Una cucharada de alerta, unas gotas de atención y una pisca de coherencia. ¿Tan difícil la receta? El aprendiz no entiende lo que lee, el maestro lo mira, lo analiza, lo observa. Es que cuando no entiende, ni así le pongan mil maestros juntos! Pero tiene suerte, está en buenas manos. El maestro le explica sin explicar, le enseña sin hacérselo notar, le repasa lo aprendido sin que el otro se de cuenta. Al final logra que el tonto aprendiz haga magia y le entregue un platillo tan delicioso, tan perfecto y apetecible que ya nadie recuerda que tuvo problemas para su fabricación. Nadie, excepto el maestro, él sí lo recuerda, claro que sí. Ya tiene un libro escrito sobre esas anécdotas, lo empezó a escribir y sabe que tendrá más de mil y una página más. Scherezada puede empezar a preocuparse, la superarán en historias.

Sin embargo a nadie le importa, todos los comensales salen contentos, las delicias de los misterios enseñados tienen sus frutos a la orden del día, de los días, y de las noches también. Esas noches de guerra y violencia que necesitan paz y no la encuentran, buscan en la esquina, debajo de la cama y hasta en los bolsillos, pero nada. Vacíos. ¿Se habrá ido? ¿o simplemente nunca estuvo ahí?  Pero, se insiste, al mundo no le interesa. Como siempre, todos ven los dibujos de la alfombra pero no las pelusas y el polvo que vive y hace fiestas debajo. 

Todos contentos, menos él, que ahora mira a su aprendiz sonriente, le toca la cabeza lentamente como soñando que su libro tenga un final de una buena vez. Pero sabe que no será así, que más bien debe ir a comprar más papel, más plumas y más tinta. Es la belleza de lo interminable, la curiosidad de lo incierto, o simplemente la resignación frente a una rosa. Espinitas que acarician su aliento, que lo encierran en la reflexión insensata e inservible de querer que su aprendiz sea como él. Pero no, eso sería aburrimiento, en el fondo sabe que es mejor así, porque todavía tiene la certeza de ser él el maestro, y el otro, el tonto aprendiz.

¿Cuál será la siguiente receta?


domingo, 14 de noviembre de 2010

Serse

El silencio del fastidio confundido con el leve murmullo de los grillos, inquietos, en la noche.
Tonta piedrecilla que entra a los mismos zapatos siempre. Tontos zapatos que pasan siempre por la misma piedrecilla. Al final la fiesta se hace grande, los resortes saltan hasta el techo, dejando una leve huella de aire que recorre el rostro de quienes los ven brincar.

No es cuestión de caprichos, si así lo fuera la máquina de la molestia podría repararse todo el tiempo; tampoco es cuestión de imponerse, al final cada quien llega hasta donde puede y cada cual cede hasta donde quiere; es cuestión de instinto, es cuestión de descontrol, es impulsividad ahogada en la boca del estómago. Es la lucha diaria entre el querer ser y el descontento del ser algo que tiene que serse.

Y arde. Ya ni imaginar cómo quedará la casa luego del incendio. Se hace lo que se puede, pero hasta los bomberos se preocupan por su vida. No voltear atrás parece ser la consigna. Al salir, un enjambre de pensamientos con aguijón perforan lenta y deliciosamente la frente. Al entrar, un centenar de polillas aletean dejando sus polvos (tan espesos y sucios) por encima de toda la cabeza. El resultado es una mente atónita, absurda, risible, poco más que inservible.

Un duende de cabellos rubios observa todo: los grillos, las piedras, las abejas, las polillas. Olvidó a las manos, desesperadas por manifestarse, inquietas como aquel rayo de luz que por un instante se volvió un trueno que hizo oscurecer todo el cielo en vez de encenderlo, fue realmente horrible. Esas manos de vez en cuando saben calmar la tempestad.

El duende, cabizbajo y disimulado, quiere tratar, intenta entender pero no puede. O tal vez se resiste. Tal vez es la excusa para quitarse los anillos y botarlos al fango, es la excusa, sí, lo es. Porque así cualquiera puede ponerse una vincha en el pelo, un par de aretes fuxia en forma de colibrí y un letrero en el pecho que diga ".... ..... .. ......" y pasarse la vida fingiendo, o simplemente murmurando hacia sí, como los    grillos, en el silencio. Será.

jueves, 28 de octubre de 2010

Se avanza, aunque todavía se ven pequeñas manchas en la ventana. Ya le avisaron al limpiador! Ojalá que no olvide quitarlas y empiece así a convertirse en el mejor limpiador del mundo. Empieza la confianza.

Es muy fácil hacerlo, toma el trapo, páselo en el vidrio y así quedará brillante. Como debe ser. Sin manchas, no debe haber problemas ¿O tanto le costará? Le costará una pierna, o tal vez un ojo, pero lo hará. A veces hay que entregarse un poco, no es tan malo. Energía. La ventana estará limpia pronto. Y las otras ventanas, esas que dan a la calle, también.Ojalá.

sábado, 23 de octubre de 2010

Es increíble cómo aquellas hojas rojas, pálidas y casi rotas que una vez cayeron del árbol pueden hacerte tropezar. Y caer. De narices y con los brazos abiertos.
Será que nunca nadie se preocupó de meterlas en un saco y tirarlas lejos para que se vayan con todo y su hechizo.
Aullidos de impaciencia y añoranza. Ahora se ven todos los días, cada vez más familiares. Y el barrendero sonríe y cada vez que habla con la pared se acuerda más de aquellas hojas muertas, que parecen tan frescas en su memoria.
Las historias terminan por acabar. Sin embargo, no se sabe cuándo será el final. Pánico y miedo (pero con ganas). Al voltear y desde el horizonte se ve mejor.

Increíble: Ahora las manchas indelebles parecen muy fáciles de quitar. ¿Propuesta de vida? Decisiones blancas, negras. El tornado pasará pronto, ajustemos los cinturones.

sábado, 16 de octubre de 2010

Lágrimas



Hoy las lágrimas amanecieron sin ganas. Sin ganas de levantarse de la cama, de ponerse la máscara de siempre, de abrir las ventanas y dejar que la luz del día entre para alegrar su día.

Hoy las lágrimas decidieron quedarse tiradas, enredadas con las sábanas. Y vieron televisión, rieron y se aburrieron. Y recibieron una llamada, e hicieron varias otras. Y se enteraron de algunas cosas que casi las hacen levantarse e ir corriendo al mundo sensible. Pero no, ya no, esta vez respiraron hondo y pudieron contenerse. Es la nueva moda.

Hoy las lágrimas no extrañaron las pupilas, ni los párpados que suelen humedecer, hoy tiraron el mundo por la borda. Acomodaron la almohada y daban vueltas mientras concebían e imaginaban a la humanidad sin su presencia. Rieron al pensar qué graciosos serían todos si al llorar no botaran lágrimas, parecerían tontos haciendo gestos y muecas, enfureciendo e hirviendo de sangre. Pero nada más. 

Por un momento se enojaron, para variar; las vitrinas del boulevard se llenaron de nuevo de algunos accesorios fastidiosos, estúpidos y siempre innecesarios. Se enojaron porque son intolerantes, se enojaron porque saben que los otros transeúntes ya vieron y mirarán ese nuevo producto exhibido, y estos sonreirán y comentarán: "qué mono!", y el dueño de la tienda también. Al frente, mientras  tanto y postradas debajo de un poste, ellas apretarán fuerte los puños y mostrarán los dientes, como cualquier mamífero que quiere defender su territorio. Idiotas. Se enojaron porque están ..., en realidad. 






Y así, las lágrimas llevan horas echadas en la cama, pero sin mojarla. Es como si su presencia muchas veces no se percibiera. Y el colchón, siempre perezoso y con la boca taponeada, contempla indiferente la batalla que sucede allá arriba. Las lágrimas que hoy decidieron no ir a trabajar empiezan a molestarle. Que se vayan -piensa. Pero las lágrimas amenazan con quedarse ahí buen tiempo. Tal vez así la humanidad se vea más graciosa, y los gestos y muecas sean los protagonistas -de ahora en adelante- de aquellos llantos tan puros y forzados que brotan de nosotros. ¿Y ahora qué hará la gente, quitarse los gestos y ordenarse el rostro en vez de secarse las lágrimas?




Lo único que quiere el caracol es sentirse apreciado por su lentitud, por su baba y su paciencia. El resto es lo de menos. No entiende por qué le pisan el caparazón a cada momento. A veces quiere ser un gusano, y poder arrastrarse rápido y alejarse de cualquier situación que sea sinónimo de problema. Deseos de cartón.

sábado, 9 de octubre de 2010

Ya es hora

La flor de siete colores estaba en el jardín de su propia casa. Recorrió todo el mundo buscándola y, al final, estaba en el lugar del cual partió. Y tuvo que vencer todas las adversidades juntas. Los dulces, las galletas y la risa fueron sus armas. Felizmente.

Pero tuvo que sufrir y mucho. Innecesariamente eso sí. Pensaba que matando todas las flores llegaría a divisar aquella que tenía más colores. Y las mató. Psicópata, floricida, homicida de pensamientos. No tenías que ser tan incisivo. Los escrúpulos son necesarios siempre que no afecten ni carcoman a otro. 

El timón del barco de la vida se ha cansado, ahora mirará al otro extremo. De una buena vez avanzará bien. Está decidido: capitán, tripulación y salvavidas han llegado finalmente a un acuerdo. A partir de ahora se acabaron los problemas inventados. Qué especial puede ser el ser humano si se lo propone. El invento de un mundo en la cabeza jamás podrá vencer a la realidad. Es que son meras especulaciones, preguntas periodísticas sin sentido, sin respuesta; divagaciones propias del temor y el orgullo (las dos caras de la moneda del hombre), nada más. Y como navegan en el mar de lo contingente, se expanden y pueden aglomerarse fingiendo ser un paisaje increíble lleno de flores y estrellas, cuando en realidad no son más que un par de trazos de un pincel gastado sobre un papel sucio. Lo que el recuerdo, la imaginación y la máquina de la mente inventa no es nada, no tiene peso, no llegarán -todos juntos- a ser un segundo de realidad concreta, porque lo que se vive sí se siente en mil sentidos. Lo otro no pasa de las mentiras del cerebro coqueto y siempre problemático.

Y cuando el muchacho regresó a casa y encontró la flor se dio cuenta que su esfuerzo no valió la pena en parte, ya que pudo haber muerto por lo extremo del peligro de los obstáculos que inventó y encontró. Por otro lado, su esfuerzo le sirvió para regresarlo a la realidad y decirle: "tu estúpida flor está en tus narices". Despierta querubín, ahora tienes a alguien al lado. Que esas cuatro alas se extiendan por los aires, conviértete  en un ser feliz. Ya es hora.

viernes, 8 de octubre de 2010

antinomia

El día mágico, resplandeciente, feliz. Sonríe e ilumina el alma.
Una noche sensacional, llena de gestos, de pinceladas en la pared, de trazos fuertes, de palpitaciones de las venas, genuinas, puras, como siempre. Lo idóneo nunca fue tan simple.

El vagabundo no puede estar más feliz, nunca en su vida. Feliz de la vida y de lo que le pasa. Es todo lo que había deseado. Detalles a la orden del día. No muevas ni un dedo, esperas y sigues feliz.

El amanecer ha sido sublime. Incluso más parecido al chocolate. Dulzura se respira, tranquilidad brotaba y brota de sus poros. Así es como debe ser. Se siente él, auténtico, único. 

Hoy vive de la sonrisa, y sigue recogiendo la alegría que se le desparrama en forma de gotas hacia el suelo. Y más tarde será mucho más feliz, lo sabe. Se sentirá más importante y tomado en cuenta que nunca. Porque sabe y siente que es la prioridad, que no es secundario, que es la razón de ser del pintor. De aquella deidad que hace y deshace de él, como quiere y cuando quiere.
Y se siente fuerte, con más energía, para nada cansado, siente que encaja, que no hay lugar a reclamos, ni a quejas, ni a críticas. 

¿Y en qué anda el artista? Mirando al horizonte, maquinando, inventando a las musas que desaparecen para dar paso a algún cíclope que terminará pareciendo un viejo duende norteño. Porque parece que todo le da vueltas, le va y le viene. Y así, el vagabundo que se cree la estrella del circo no es más que una panel tirado y pintarrajeado que lo levantan y exhiben de vez en cuando. (Pero shhht, no le digan. Esto no debe saberlo)

Nuevamente ha llegado la hora, la felicidad del muñegote vuelve, arruga sus camisas y se despeina. Es que debe entrar al cuadro otra vez, la burbuja lo espera. ¡Qué cómodo se siente!



PD. imposible

Un día que no existe el vagabundo se bajará del cuadro, se amarrará los zapatos y saldrá por la puerta, con el pecho inflado y la mirada gélida. Sabio él. Obviamente se irá, doblará la esquina y se romperá en llanto. Pero lo habrá hecho ¿será ese su lugar?.

lunes, 4 de octubre de 2010

batallas cotidianas

Juguemos.
El equipo rojo a un lado. El equipo azul al otro. Y que salpique la sangre.
Primer ataque fulminante, balazos llenos de escrúpulos, determinación y la minuciosidad enfermiza. Golpe bajo, pero los azules son fuertes, parecen a prueba de balas. No se caen, resisten, más bien insisten.
El segundo ataque es de los azules, como fumando una pipa y sentados bajo una sombrilla multicolor y de espaldas al frente de batalla. Bingo, metrallas de soberbia. El saldo: sucesión de muertes lentas del ejército rival.
Un nuevo ataque de los rojos, utilizan ahora granadas cargadas de estrategia, esa que tantas veces los sacaron de miles de aprietos: funciona, pero no por mucho tiempo. Parece.
La respuesta azul, siempre insensible al dolor de los ataques enemigos: bombardeos aéreos de tranquilidad que parecen indiferencia en algunas nubes. Perfecta forma de camuflar los temerosos morteros que van destruyendo al enemigo.

Y así, ambos despliegan todo su potencial, sus herraminetas malévolas, defensivas, ofensivas, pensadas, impulsivas. Así, hasta los gritos de cada soldado, son navajas que van directo a las venas inflándolas, desgastándolas, cicatrizándolas.

Este es el juego, el de la lucha diaria. Esta es la lucha, el del juego diario. Pensemos que si es lucha habrá un derrotado, o al menos uno peor que otro. Pensemos que si es juego ambos ejércitos terminarán de luchar y se abrazarán. Pero se volverán locos. O sabios. O idiotas.

lunes, 20 de septiembre de 2010

No esperes

No esperes al tren que nunca salió de la estación.
No esperes que caiga un fruto de un árbol sin tronco.
No esperes beber agua cuando el desierto se burla de tí.
No esperes jugar a la felicidad cuando te amarran los brazos.
No esperes sonreir si tu espejo está roto.
No esperes tocar tu sombra si es que la luz sigue apagada.
No esperes calentarte si duermes sobre una alfombra.
No esperes moverte si sigues soñando.

Si esperas, esperarás. De eso se trata, de podrirte, de secarte bajo el sol, de sembrarte en la tierra, de cementar tus pies y luego mancharlos con barro. Esperar es un verbo interesante: está a medias, se queda ahí, en eso, en la desazón de que siempre faltará algo. Porque si ese algo aparece, ya no estarás esperando, ya habrás encontrado. Pero esa ya sería otra historia.

Esperar es frenar siempre, es no pasarte la luz del semáforo, a veces interminable o incontrolable. A veces cambia de verde y se queda en ambar. A veces ni siquiera cambia. Espera, aunque mejor, no esperes. 

jueves, 16 de septiembre de 2010

curioso

Nunca nada bien, la costumbre se hace pesada. Demasiado cargada. Así, el librero está empezando a hojear esos libros que últimamente pasaba por alto.
¡Cuidado! No vaya a ser que renuncie, y que deje todo el estante a medias. Porque puede pasar, ya no es el de antes. Se siente. Ya no se trata de esconder los libros viejos. Quiere mostrarlos todos, y leerlos en voz alta. Pero no puede, no se atreve. Siempre el miedo de no saber qué está pasando en el estante.
A su lado, una bellísima mujer de cabellos negros aparece de nuevo. Compra. Hace tiempo que no entraba a la tienda. Presagios peligrosos.
Encima, el bus lo está esperando hace buen tiempo. Y él quiere subirse, pero hay algo que le impide. Ojalá no se aburra de esperar.

martes, 31 de agosto de 2010

Están

El niño emocionado que quiere invitarla a salir. Y se tomó buen tiempo, respiró, planeó, conversó con la almohada como si fuera su madre. Al final, lo hizo. Punto a favor. Ella acepta y él no tiene la menor idea, no se le ocurre qué hacer, adónde ir, cómo llevarla. Sin embargo, algo necesita primero que nada: dinero.

Pero papá anda de vacaciones largas, y mamá mucho más no puede hacer. Llora, claro que sí, la rabia se desquita con lágrimas también, y a veces duelen más que darle un puñetazo a la pared. Y hace un berrinche, pero no hay nada más por hacer. ¿Prestarse? Imposible, si no tiene cómo devolver. Unas cuantas monedas le alumbran, la hora se acerca, el sudor aumenta.

Y llega el día de la cita, petrificado por sus propios fondos sale de casa caminando y pensando cómo solucionaría el tema: "Mejor quedémonos en tu casa, veamos una película" Para la canchita le alcanzaba. Y así, rumbo a su destino pasa justo al lado de un billete de 50 soles. Qué increíble sorpresa, el zapato hasta lo pisa, lo captura, no puede ser un día mejor. Una salida al cine. Perfecto. Y es martes, excelente. Con bebidas y todo. Hasta un helado a la salida. Claro, todo eso sería genial si hubiera visto el billete. Porque pasó de largo, cegado de impaciencia. Y ahí, a su lado, el billete le quedó mirando, impávido, furioso de haber hecho el esfuerzo de asentarse en la vereda, de haber saltado de algún bolsillo coqueto, a duras penas. Y ni así!

Las oportunidades siempre están, siempre aparecen, hay que saber encontrarlas.


domingo, 29 de agosto de 2010

Náuseas

Porque siempre hay algo
Porque nunca es bien
Porque la traición es propia, y continua
E inevitable

Porque no es costumbre
Porque es un resorte
Porque es difícil
aunque se piense que no

¡Porque es injusto!
Porque queman las sábanas
Porque das vueltas
¡Porque es cierto!

martes, 24 de agosto de 2010

Ex-calibur

Por algo está la leyenda. La espada clavada en la piedra. Nadie puede sacarla. Y el mago predice, y mientras tanto sigue el dilema. Y eso que ya se dijo, y eso que ya se desparramó el lamento, con vergüenza y riesgo, pero se dijo. Sin embargo, la espada sigue ahí, clavada. A la vista y paciencia de todos, de todas. A merced de estas épocas tan miserables y exhibicionistas, que llegan a mostrar todo lo que se les antoja, a pesar de que el dueño de la verdad diga lo contrario. 

Si supieran que el mago puede sacar la espada cuando quiere, si supieran que en las noches lo hace, y juega a la batalla contra una pared. Pero cuando amanece la vuelve a insertar, para que nadie puede sacarla, para que siga el dilema. ¿Lo hará por disfrute, o porque quiere dar una lección?. No se sabe, pero sería bueno que quite esa espada de una buena vez, para que deje de hacer daño, y por el bien del ser humano que quiere, que confía en el advenimiento de algo, tan sólido como la propia piedra en la que se guarda la espada.

martes, 17 de agosto de 2010

¿Presagios de cambio?
El mar empieza a calmarse, la espuma se vuelve transparente.
Ojalá.

domingo, 8 de agosto de 2010

Los fantasmas no son otros que los que la propia obscuridad crea a su antojo, para su deleite, para matar el tiempo. Y cuando el héroe se da cuenta que puede mirarlos directamente y sin temores de neblina (sin sensaciones de agujas) puede levantar la espada y el escudo. Y no necesita atacar, puesto que será en vano. Clavaba la daga, fruncía el ceño, pero de nada servía. Ahora, un rayo ha caído sobre la celda. Es el rayo que apoya, que ayuda y brinda luz. Los fantasmas desaparecen, porque nunca existieron en realidad, nunca fueron nada. Bastaba sentarse en la esquina opuesta de la habitación. Parece.

martes, 3 de agosto de 2010

Hagamos como el viejo soldado. Capturemos a la muerte en un saco. Seamos inmortales. Pero además pediría que la muerte se lleve en el bolsillo al pensamiento. Sobre todo a los malos pensamientos, a esos que vagabundean sin razón, que están ahí por molestar, sin sentido, que carcomen el mármol y que se roban las provisiones. A esos: Que se los lleve y urgente.

Y un pasado tan lejano se vuelve tan actual que fastidia, y camina a tu lado, te golpea en el brazo, te habla al oído. Es como el zancudo de medianoche que no te deja dormir. Y, claro, no queda otra que meter la cabeza debajo de la almohada, porque no hay ganas de pararse, destaparse, apagar la luz, buscarlo, matarlo y volver a dormirse. No hay ganas, ya no. O cada vez hay menos. Será que ahora ya no compraremos el siguiente boleto de tren, será que ahora subamos al primer vagón que veamos, por dignididad y calma.



¿La belleza de los labios puede más que miles de kilos de pensamientos?.
Sí, puede más. Por ahora.
La última vez la respuesta fue: Sí, puede más.
La siguiente respuesta será: Sí.
La última será: Adiós.

Pensamientos, prisioneros, verdugos, psicopátas... Hey soldado, tú que atrapaste a la muerte, no te olvides y asegúrate de que ésta tenga los bolsillos bien cargados... A esos, que se los lleve y urgente

miércoles, 28 de julio de 2010

Ouch

Buscando cosas buenas, encontrando cosas malas.

Es la ley de las nubes, de entrar en su espesor y no saber bien el paso siguiente. A veces puedes avanzar, a veces caes. Y de qué manera. Te precipitas al suelo, directo, crudo, sin contemplaciones. Muerte inmediata, y por tonto, o torpe, o tonto a propósito.

Entonces es probable que ella mire el otro espejo, el horrendo, el de los conjuros y el de la maldad. Seguro él sabe que lo ven. Y aquí, el otro construyendo una torre con todo el esfuerzo de toda la historia de humanos trabajadores, y apenas recibe el reconocimiento de un perro que se detuvo a marcar territorio en la base.

Justo por estos días se buscaba la señal perfecta, y llegó. Por arte de magia se iluminó la oscuridad de la mente. Pero para conseguir la obra es necesario buscar otros aditamentos. Y vaya si hubo sorpresa en la búsqueda. Una sensación de agujas en el pecho y en el débil abdomen. Dolió ver lo que se vio, aunque Cronos diga que no, la verdad es que la luz siempre será luz hasta que deje de mostrarse, porque varios la pueden, la ven, y la seguirán viendo... hasta que alguien apague el interruptor, hasta que se den cuenta de que ciertos elementos, propios de una era, pueden afectar en demasía. Pero eso no será así, ya se sabe, ya se conoce que no. Ilusiones de exterminio. Entonces, es como si fuera el presente. Destrozos en la alcoba, miseria y vueltas en la cama.

¿Podrá, el soldadito de plomo, seguir con su empresa? Empieza a debilitarse, se le cayó el sombrerito, pero aún tiene el arma. Confía en su arma. Ojalá y no se la quiten, sería catastrófico, después de todo lo que ha conquistado.

martes, 27 de julio de 2010

Comentario

Camina campante, compra un jugo de naranja heladísimo, y lo bebe. Busca con la mirada el lugar perfecto. Lo vio. Además tiene una manta, y la camisa bien planchada. Siempre. Al llegar allí, se sienta lentamente, se cubre con la manta de cuadros azules y respira profundo mientras observa a todo el mundo a través del láser de sus ojos, ahora.

Duerme. Se relaja apoyando la espalda en la pared, cierra los ojos y quién sabe adónde irá su mente, quién sabe los caminos que recorre su frágil imaginación. Junta las piernas, cruza los brazos y se esconde bajo la sombra de un poste de luz.

Toda la gente pasa a su lado, pero ni lo toman en cuenta, es como una bolsa de basura, o algún desperdicio urbano que nunca llama la atención. Y sigue durmiendo, hasta con sonrisa incluída. Y la gente sigue pasando, nadie imagina, nadie sabe, nadie sospecha siquiera que acaba de cometer un asesinato.
Uno más, uno de esos nocturnos, que en la última palabra transforman, desgarran. Uno de esos crímenes que hacen que la tranquilidad del mar, su calidez, pureza y transparencia, terminen siendo un remolino lleno de espuma que opaca el paisaje. Así es, así es. No vale quejarse. Y toda la belleza que se sintió se empotra contra el reflejo de la fealdad y del desgano.

lunes, 19 de julio de 2010

Flotante

Un día Sísifo se cansó. 'Renuncio'. Dejó la roca en el suelo y se fue de la montaña, dejándola libre pero triste.
'Voy a ver qué hay en el mundo'. Caminó y saludaba a las personas, se compró unos dulces y sintió la emoción del azúcar dibujándole una sonrisa, por fin. 

No sabía bien qué hacer, pero yacía feliz de estar nuevamente entre los mortales, de pronto vio una mujer llorando en una banca. 'Lárgate imbécil' Sísifo, recuerda que no debes meterte en asuntos ajenos. Pero siguió y volvió a sonreír, llegó a un parque de diversiones y esta vez subió a una montaña rusa. Buena manera de burlarse de su castigo, pensó. Y se divirtió mucho salvo al final que vio a un adolescente llorando porque se asustó mucho con las vueltas y los rieles del paseo.

Llegó a un semáforo y vio a los niños pobres pidiendo limosna a lo buses y autos. Le dio cólera, se acercó 'Lárgate tonto, tú no sabes nada' y guardó la moneda que les iba a regalar. Y el que recogía basura, y el mendigo conversando con el loco, pintarrajeado de mugre y tierra. Todo lo sucio se apoderó de su mente, no encontró el palacio ni los jardines colgantes que pensó, habían, en aquellos lares.



Luego de un mes y medio de intentar alimentarse de bien, se dio por vencido. Tantos años rogó por escapar, tantas veces quiso estar como ahora, había añorado estos días como nada en su vida, luchó por ellos, sin saber cómo los consiguió y ahora ya no se sentía a gusto. 'Somos pedazos de voluntad regada por la vereda' Que tengas suerte si recoges los pedazos correctos, el rompecabezas cambia de un día para otro, será el viento, o una pisada, o los insectos nocturnos que salen a robar las sobras de la gente.

Caminó durante el día y toda la noche, sin saber su paradero exacto deambuló por las sucias calles, una ola de mar debería llevarse todo lo que infesta los sentimientos, todas las crueldades y noblezas del alma de cada ser deberían ser ahogadas. 'Eres nadie, al final, siempre vas a ser una cobarde contradicción'. 

De pronto, y en medio de su fatiga y preocupación, empezó a reír, y a carcajadas. La gente lo miraba al pasar y él seguía riendo. Es lo máximo esta sabandija, es un hábil soldado que juega ajedrez con la muerte pero nunca gana, vive de puros jaques. Y en su risa llegó a su montaña de nuevo, cogió su roca y, feliz, empezó su rutina de tantos siglos, de tantos tiempos. Y la roca no le pesó. Creyó.

'Quédate aquí, imbécil'-  le dijo su montaña, mientras sonreía y disfrutaba al tenerlo nuevamente a su lado.


jueves, 15 de julio de 2010

Es el deleite, el goce, la sonrisa maliciosa de saber que afecta, que daña bien, y sin dolor, como cuando ganas haciendo trampa y te burlas del resto. Es la tortuga sacando el cuello fuera del caparazón, el caracol que sale de su cáscara, se amarra bien los zapatos y corre por la vereda durante toda la noche mientras nadie lo ve.

lunes, 12 de julio de 2010

Solo un poco, entre paréntesis, a través de la rendija, mirade de rabillo, tibio, asolapado, comprimido. Así es el juego, así ha sido y seguirá, ¿o no? Tomorrow never knows, turn up your mind and relax...

miércoles, 7 de julio de 2010

Cuidado siempre

Es como meter la cabeza en una bolsa, luego la llenamos de aire hasta que no puedas respirar. Y cada vez que quieras decir algo, cada vez que la soltura de la lengua quiere emitir una nota musical que deseas tocar con énfasis, cada vez que intentes eso la bolsa se ajustará más. Y más.

La idea es no dañarse el rostro, no perjudicarse y poder aguantar la respiración todo el tiempo que puedas, que quieras, que sea necesario. Porque al final, puede venir alguien y pincharte, así el aire saldrá por una rendija de la bolsa, y sentirás paz, pero lo habrás perdido todo. 

Y es que, al parecer, a algunos les divierte, les sosiega, les llama la atención vivir en la asfixia, atados a una red tejida por sí mismos, la cual sirve de hamaca, de lugar de reposo, de quietud, de tranquilidad; y todo eso a sabiendas que debajo hay una plancha de púas y espinas listas para pinchar y penetrar en cada poro de felicidad engañosa que se tiene.

Entonces, a mecerse bien, no hay que quedarse dormido, hay que aprender a dominar la hamaca. La vida enseña a soñar, pero no a dormir. Equilibrio.


martes, 29 de junio de 2010

La cura no es igual al sosiego. Pero ambos funcionan. Y cuando hay sosiego parece que hay cura frente al mal. Momentos nada más. Con pinzas y atento, como un carpe diem prudente, a medias, tibio.

domingo, 27 de junio de 2010

Ligero

¿Adónde quedó la música? La armonía del amanecer, los compases del alba. Acaso uno de los mejores eventos que el mundo jamás presenció. Complicidad de la intención, y de la risa, y de saber pisar. Adecuadamente.

Es como el soldado caminando sobre minas. La experiencia le enseña a olfatearlas, a intuirlas, a controlarlas. No es su mundo. Sin embargo, siempre habrá una trampa. Escondida, tan escondida que se ve a diario, tan camuflada como el odio del mejor amigo. Ya no se trata de ser el mejor, simplemente de no empeorar las cosas.

Y así, las buenas épocas pueden durar años, noches, segundos. Al regresar al caos, es cuestión de cada uno lidiar con su propio orden. Rosa negra, flor muerta. Las costumbres y los rituales nunca fueron tan adversos, nunca tan traicioneros. Pintemos un mural con acuarelas, dibujemos tu sonrisa y mi sonrisa. Veremos si es sincero, o blanco y negro.



¡No lo olvide soldado! Recuerde que no debe atacar al enemigo sin tener un plan, no olvide que las balas, tarde o temprano, se acaban. Y que pareciera un fatal pecado intentar pensar y preocuparse. No. Que quede en el acta: Ya no. Aquella que firmó antes de la guerra, aquella que lo ha condenado, agriamente, a ser de nuevo un triste títere del destino y de algunas manos, tan suaves y hermosas, que manipulan virtuosamente la voluntad del movimiento y de los gestos, haciendo que aquello que nadie puede cargar obtenga el peso de una pluma. A como dé lugar, sin reparos, ni quejas. Ligero.

jueves, 24 de junio de 2010

Así sea

La partida ya empezó. Las cartas sobre la mesa, nadie respira, todos desconfían. Es la hora del juego.
Y así, empezarán las apuestas, y cada uno tomará sus fichas y las pondrá al centro. Al principio serán pocas, deben ser pocas, luego irán aumentando. O no?

La primera partida es favorable, casi para todos. Sensación de confianza, valor. Y a seguir en el ruedo. A quién no le gusta apostar después que ha ganado? Es que ahora la sangre fluye, y la razón opaca, ebria y burlona deja un momento su trabajo y se dispone a descansar. Que trabajen las pasiones!



Horas, días, y la partida es perfecta, nadie puede detener a los grandes jugadores, a aquellos que nos demuestran que en estos juegos no se trata tan solo de suerte, hay que saber mover las cartas. Así sea una o dos, puedes ganar. Es cuestión de... de qué?

Y así, se gastan los cigarros, y los dedos, y vivimos contemplando el paso de todo, el deterioro, la fragilidad. Porque al final, puede ser, que termine el día y en la última se pierda todo. Nada lo asegura, ni siquiera el mejor de aquellos manipuladores, ni siquiera las cartas. El azar siempre está, débil o fuerte, ingrato e imponente.

lunes, 21 de junio de 2010

Neutro

Como el que nunca llega tarde pero tampoco aparece tan temprano.
Como el que compra un kilo de manzanas pero se come dos.
Como la luna.
Como el que deja que lo empujen pero se enoja cuando abusan.
Como Aníbal, que conquistó y esperó años una ayuda que nunca llegó.

De qué sirve entonces, de qué? El esfuerzo de la vida es el esfuerzo de las ganas, del ímpetu, de quitarse el sombrero y lanzarlo al río, de ir corriendo a toda velocidad en traje, de ensuciarse las mangas de la camisa.

Es como la historia del fanático que compró el boleto para ver la final del mundial de fútbol. Viajó miles de kilómetros, sin saber el idioma. Al llegar, buscó la dirección y llegó al estadio. Majestuoso, colmado de gente. Atmósfera sublime. Buscó su asiento lentamente, sonriendo, cuando llegó y lo encontró, se sentó de espaldas a la cancha. Mirando a las graderías. Y así fue como presenció todo. La final.

sábado, 19 de junio de 2010

Implosión


Implosión. La procesión se lleva también por dentro, y profundo, y bien lento. Algunos levantan el ataúd sin ganas, otros se esmeran pero no sirve porque el equipo no se decide. El humo del incienso destila un aroma dulzón pero que fastidia, que no termina de convencer.


El destino ha sido un planeta lejano, en el que nadie ha aterrizado jamás. Se nota porque todo es nuevo. Se nota porque la infinitud del camino brilla e irradia magnificencia, es un mapa de cristal, con los bordes del más fino de los hilos de Aracne. Una delicia jamás pensada, jamás soñada pero presente. Imágenes.

Sin embargo existe una zanja, se cree que es mágica porque aparece a veces. Aunque más veces que a veces.
¡Mucho cuidado señorita! Cruce con cuidado, salte si es posible. No vaya a ser que se caiga como el anterior que ni cuenta se dio y cayó derechito al fracaso, directo a la miseria de la duda, tan cercana y placentera.

Y son esos momentos, que aparecen de repente,  en los que se piensa tanto que se nubla la vida, le cae un ventarrón, un fuerte viento y la remece hasta desgastarla. Son esos momentos que hacen que aparezcan las máscaras, las caretas, los disfraces, todos esos aditamentos que sirven de armadura para subsistir. 

Es como conversar con el camaleón, a veces no sabrás si le estás hablando a alguien más. Molestia. Y es que no es la culpa de los que cargan el ataúd! Es la culpa del muerto mismo, que no se deja cargar, que se mueve a propósito, porque siempre lo hace, en todos sus entierros. ¿Se dará cuenta que al no moverse correrá mejor suerte? 

Con todo, lo que prima no es la incomodidad de quienes cargan al muerto, ni el olor del incienso, ni el viento. Aquí, señores, lo que prima es la convicción de haber visto la energía, de haberla sentido. Un corto circuito muy distinto el que se vive en aquel planeta desconocido, un par de alambres que al rozarse hacen retumbar todo, incluso a la piel de la Tierra misma. Lejos.


lunes, 14 de junio de 2010

Al final, todos terminaremos en el hoyo, bajo tierra o en el mar. El temor al error debe desaparecer, el consuelo de la muerte es la inyección. Entonces, a seguir cabalgando, aunque no sepamos si vamos a caer ahora o en unos días. Porque igual sucederá, quieras o no, quieras o no.

domingo, 13 de junio de 2010

Porque eso es...

Es la bronca, la impotencia, la sensación de gritar en mute. Un epitafio perfecto, mármol plomo con puntitos más oscuros,  y que diga en letras rojas: Nada. 
Porque eso es, nada. Y amanece como siempre, y todo es lo mismo. Todo. Entonces te detienes, miras, piensas y te das cuenta que eres menos que un punto, que un puto punto hecho por un lápiz, mal tajado y con la punta desgastada.

Luego saltas, buscas refugio en el sótano. Craso error. Ahí hay fiesta. Prohibido el ingreso para los débiles. Déjalos bailar, déjalos reír, que así siempre han sido felices, inmersos en sus mentiras, bañados en sus lamentos.
Entonces buscas refugio en el exterior. Peligro. La calle es una selva de lamentos ¿Qué hacer? Nada, porque sí, porque eso es. 

Y es como si nada pasara. Alma despiadada que olvidas tu pasado, que tienes amnesia a diario, que impones el culto a tu espíritu por encima de una sonrisa. ¡Maldita seas! Y lo peor de todo es que en el cuarto no entra ni una queja más, las normas fueron escritas por sabios (o al menos eso pensaban que eran). No hay reclamos. Ventanilla cerrada, dice. Pase a la siguiente ventanilla (que igual tendrá el mismo cartel)

Cuerdas, cuerdas, y siempre en la misma nota. No mirar más hacia atrás, sería bueno que te sujeten el cuello con un yeso que dure mil años. Sería bueno que no hayan intenciones, que la voluntad terca y ansiosa se reprima con un buen grito. ¡Que la caiga una palmada! ¡Que  escarmiente!

Y quieres preguntar, y te dan la respuesta antes. Y necesitas comprar naranjas, pero en tu bolso te pusieron uvas, pequeñas y de varios colores. No era lo que querías, pero sí lo que esperabas. Porque nunca has ido al mercado. Y no sabes bien cómo hacerlo. Qué ingenuo eres pequeño. Que no se queden con el cambio. ¡Reclama! Podrías comprar otras cosas con ese dinero, no seas tonto. ¿Conformista? Seguro que sí- dirán algunos. Claro que no- los que realmente olfatean el perfume de la sinceridad puesta a flote. ¡Qué injusto!

Lo peor es que el guión está escrito, y el largometraje ya está diseñado. Entonces ¡Váyanse todos a la mierda!... 



sábado, 12 de junio de 2010

Domingo menos uno

Lo gracioso de estar sentado. A veces parado, o recostado en cama. Y mirando a cada instante el mundo interno. Y hay fuego. Todo el tiempo. Y vuelve a calentar, y decide fastidiar. Se trata de aprender a respirar en medio del incendio.

Y ahora todo suena, y cada segundo volteas, y escuchas lo que creíste escuchar. Y piensas lo que no quieres pensar. De pronto suena la alarma. !Es la señal¡ Falso: es simplemente la única cuerda que sostiene al puente colgante que está apunto de caer.

¿Cómo, entonces, habrá equilibrio de nuevo? El mundo que has visto no es nada de lo que esperas, pero sientes curiosidad, la de los gatos techeros, la del niño abriendo un regalo. Y lo mejor de todo es que no existe nada por lo cual esperar alarmas. Invenciones puras, a duras penas.

Armemos un tríptico sobre la incertidumbre. Pongámosle título, síntomas y consecuencias, luego hagamos de él un avioncito de papel. ¡En sus marcas, listos, ya! Que vuele por los aires, que sea libre, que pase por encima del incendio, que no escuche nada, que mantenga el equilibrio. Siempre. En el aire.


Caminar sobre arena, transpirar, esfuerzo. Cada vez los pasos se hacen más pesados, pero se avanza. ¿Será mejor que caminar sobre nubes?

miércoles, 9 de junio de 2010

Paréntesis

Cada cierto tiempo los planetas confabulan, maquinan, se toman la molestia de perder el tiempo planeando. Cada cierto tiempo el alma de la galaxia debe paralizarse. No se trata de un capricho, es una necesidad. Miles de gotas de sudor habrán de estrellarse contra el pasto, millones de corazones romperán los pechos para salir disparados sin temor a chocar con cualquier obstáculo que se atraviese.

Es tiempo de observar, de dejar lo importante para el final; es tiempo de vivir, de sentir en la piel y en cada poro del cuerpo una llama que no ha de apagarse a conciencia. La humanidad jamás fue tan feliz, hombres y mujeres gozan a su estilo, machos y hembras cumplen sus roles, perros y gatas se mezclan en la muchedumbre.

Es un viento demasiado helado (y a la vez hirviente), no sólo despeina sino también empuja. Y empuja fuerte, te caes pero ríes. Vuelve a empujarte y hasta te arrastra. Pierdes un zapato, también la billetera, pero no importa. Y mientras eres un muñeco de trapo tirado de unas cuerdas, gozas sometiendo tu cuerpo al suelo, a las piedras, a los vidrios. Luego te pondrás de pie, sonreirás y cuando menos lo pienses habrás ganado.


Al final, este tiempo pasará, y el orden natural del mundo regresará: cada cosa a su cajón. Pero eso sí, mientras dure el mundial de fútbol, las ráfagas de emociones brotarán a cada instante. Si no lo crees, lo siento. Estas cosas se viven, no se pueden explicar.

lunes, 7 de junio de 2010

Tic tac, un segundo: tic tac, una hora: tic tac, una noche. Y así, todas las noches...

domingo, 6 de junio de 2010

¡Huelga!

Prohibido sentir la brisa del mar en el rostro
Prohibido despertarse con los ojos abiertos
Prohibido disfrutar una caricia
Prohibido sonreír
Prohibido cerrar los ojos y estar calmado
Prohibido acurrucarse en presencia de alguien
Prohibido fluir
Prohibido sincerarse, menos confesarse
Prohibido juguetear con los cabellos
Prohibido dar la mano
Prohibido rozar
Prohibido oír melodías dulces
Prohibido querer 
Prohibido querer ser
Prohibido halagar y dejar huellas en la mejilla
Prohibido escribir, pensar, soñar



¡Es la huelga! ¡Es la huelga! ¡Saquemos los carteles, salvemos lo prohibido! Todos iremos en rondas, por las calles, caminando juntos mostrando nuestras prohibiciones, enorgulleciéndonos, siendo felices al expresarlo, al manifestarlo, porque lo hacemos porque lo sentimos, realmente lo sentimos.

¡Es la huelga! ¿No oyeron? Que suenen los tambores, que suenen los bombos, pero no las tarolas, esta vez necesitamos golpes secos, que lleguen al interior de cada peatón, no queremos golpes de mentira, de desfogue ni de ritmo: queremos golpes sinceros, esos que calan, esos que saben decir sí, o no. Pero bien dichos.

Usen los megáfonos, las banderolas, todos caminando por las plazas, por los parques, que nos escuchen en el mundo entero, que sepan que en estas épocas está prohibido sentir, querer sentir, que sepan que está prohibido ser como se quiere. ¡Es la huelga!



sábado, 5 de junio de 2010

Se aprende

¿Podrás hablar con agujas en la garganta? Complicado. Haciendo el esfuerzo aprendes a dosificar, y sólo dices aquello que sientes, y te guardas lo que piensas. Porque muchas veces los gemelos salen volando con la pierna arriba, sin mirar los daños que pueden causar, porque muchas veces la explosión se lleva todo a su paso, entonces aprendamos de las agujas, duelen pero sirven.

Y allí, en medio del silencio obligado (aunque no siempre voluntario) aprendes a luchar, a trepar, a jalar, y a pisotear a quien quiere ocupar tu lugar en medio de la montaña. Sangre antes que la derrota. Así nos hacemos más fuertes, así creemos más en nosotros, y el que no esté de acuerdo que se deje pisotear. Total, las manos siempre estarán sucias cuando uno se atreve al riesgo.

Escalar ¿Para qué? Para lograr la gloria, nada más ni nada menos. Y que pasen los siglos y hablen de ti, y que en tierras lejanas sepan tu nombre, y que en la mañana y en la noche te recuerden. Nada más placentero que llegar a la cima, levantar los brazos y gritar, gritar tanto que retumbe la galaxia entera, que bailen los planetas, que se tomen de las manos y hagan los pasos de un buen vals, que los ríos detengan su caudal por un momento, que el sol abrace a la luna y la invite al cine, que se detengan aquellos que caminan, que se callen aquellos que hablan, que el mundo observe que hay algo más, que se fijen que existes...


jueves, 3 de junio de 2010

Indestructible

Un candado de hierro, el laberinto de Creta, un grano de arena, el alma. Hay cosas, tan simples, tan raras, tan distintas que no pueden romperse o destruirse, que no pueden variar o debilitarse. Algunas veces producen diálogos con miel,  palabras de seda que se amoldan a la piel; otras veces lanzan cuchillos afilados, reafilados, sedientos...

No es saludable, no es adecudado, no es sensato, pero es delicioso, la gloria en un segundo, el placer puesto en pausa eterna. Intentar destruir lo indestructible satisface, incita, empuja. Es cuestión de mortales, y de mortales tontos, ingenuos, guiados por estúpidas creencias en el anclaje de un pensamiento futuro, en el chasquido de dos eslabones al juntarse para formar la cadena. Mentiras son.



La noche es testigo, el día también (aunque más la primera) de todas los árboles plásticos, de las latas de algodón que pateamos a diario y que no van a ningún lado de la vereda. Oscuridad y luz son testigos de esas partes de la mente, tan diáfanas y confusas, que día a día buscan, que día encuentran... aunque no necesariamente aquello que andaban buscando.

martes, 1 de junio de 2010

Agua y aceite

Alguna vez el agua y el aceite se sentaron y vieron el amanecer, juntos. Luego se levantaron y caminaron, sin saber adónde ni por qué. Se sentaron en la plaza, conversaron. Luego fueron a un café, pero no entraron. Prefieren siempre estar de lejos, y de cerca cuando hay silencio. 

También discutieron, porque no pueden vivir sin esa confrontación, sin esa rivalidad escondida. Sus miradas se han encontrado, pero las ventanas del alma parecen cerradas, todavía. Si tan solo trabajaran en equipo y cavaran la tierra con la misma intensidad, si tan solo se dieran la mano y así saltar el abismo del pánico,  de la alegría y del misterio; si tan solo intentaran eso...

Cada vez que cae el sol planean su encuentro, han aprendido a pasar desapercibidos, transparentes, casi gaseosos. La gente, con capa y sombrero, no se da cuenta de que están allí, a su lado. La gente no percibe que agua y aceite intentan robarles el sombrero, y sacar desde dentro un pañuelo rojo, o tal vez azul.
Es que con el pañuelo, bañado en su propia fragancia, proseguirán con el hechizo que a diario realizan para con los mortales, tan tontos, tan ciegos, tan ellos.

Y así, salen corriendo entre risa y sonrisa, entre gestos y roces. 



Hasta que se separan, porque es así, porque no pueden, no deben, no es correcto, no es menester que sigan juntos. Cada uno regresa a su aldea, a refrescarse en las aguas de sus lagos de soberbia, de antinomias, de patrañas. Vuelven a su refugio, y de cuando en cuando, muestran la cabeza, sólo los ojos mirando el horizonte, pero siguen sin saber qué quieren encontrar.

Agua y aceite, ya es hora del exterminio, de la guadaña en el cuello, de la granada en el párpado.
Agua y aceite, ya es hora de iniciar el fin. Lamentablemente, amanecerá otra vez: tarde o temprano volverán a juntarse.